Virginia Woolf, como otros escritores, supo desandar el camino del proceso creativo, analizarlo y sistematizarlo en forma de consejos para escritores y ver coincidencias y disidencias. Cotejé sus reflexiones de hembra alfa con los de algún macho alfa.
Entre otros consejos, recomienda leer a los clásicos, la creatividad en literatura ─al igual que en cualquier arte─ es posible a partir de un diálogo con pares, vivos y muertos, ya Quevedo reflexionó en un soneto “Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos, / y escucho con mis ojos a los muertos; en este punto hay coincidencia con Hemingway que también destaca la influencia de pintores en su narrativa.
Virginia Woolf, recalca la importancia de crear un método y una disciplina de trabajo recalcando que ésta conjunción es válida, en la medida que uno siga al pie de la letra este procedimiento, para ella era importante el cuarto propio; el ubicuo Hemingway escribió en bares durante años, pero en sus bares y en su mesa, lo cual equivale al cuarto propio. Fogwill, en dos años que coincidimos como vecinos, contaba que, en su nomadismo, lo primero que ponía en el portafolios –un elegante maletín de cuero– era el disco rígido de la computadora, que acoplaba en cualquier otra, de acuerdo a sus errancias, el rígido era su cuarto propio; en una oportunidad me dijo «escribir una novela es fácil, si uno escribe una carilla por día: en un año tiene un libro», como un método y disciplina. Fogwill, otro macho alfa de la literatura, llegó más lejos en la lectura de clásicos, en el cuento “Memoria de paso” sigue y glosa al Orlando de Virginia Woolf, y en el relato “Testimonios”, dobla la apuesta y directamente se acopla a la trayectoria de otra hembra alfa, Victoria Ocampo, los diez volúmenes de las memorias: Testimonios.
Rescato otro consejo de Virginia Wolf: para combatir el bloqueo creativo y encontrar inspiración, nada mejor que viajar o caminatas para tener la oportunidad de observar a los demás. Una de mis poetisas favoritas, Emily Dickinson, pasó los 56 años de su vida prácticamente sin salir de Amherst, estado de Massachusetts; el único viaje lo realizó a los 25 (1855), acompañada de su hermana, para conocer Filadelfia y Washington, hasta ese momento, lo más lejos que había llegado fue Boston y gran parte de su contacto con el mundo exterior fue epistolar; a los 44 años (1873) escribió un poema que habla de otro tipo de viajes: “There is no frigate like a Book / To take us Lands away / Nor any Coursers like a Page / Of prancing Poetry / This Traverse may the poorest take / Without opress of a Toll / How frugal is the Charriot / That bears Human soul (No hay Fragata como un Libro / Para llevarnos a Tierras lejanas / Ni Corceles como una Página / De Briosa Poesía / Esta Travesía la puede hacer el más pobre / Sin el agobio de Portazgo / Que frugal es el Carro / Que lleva al alma Humana).
Del contrapunto de estéticas al enfrentamiento belicoso de escritores y de artistas hay una delgada línea roja, la historia de estas disputas nace con la literatura; con el primer autor nació el primer crítico. Aristófanes, uno de los padres de la comedia tenía la lengua tan afilada como su ingenio ─sobre el tema habría de sentar jurisprudencia Washington Irving, 23 siglos después, cuando escribió "A sharp tongue is the only edged tool that grows keener with constant use" (una lengua aguda es la única herramienta de corte que se afila con el uso reiterado)─, y se las tomó nada menos que contra Sócrates, a quien consideraba un oportunista, que buscaba granjearse la simpatía popular, y un corruptor de jóvenes incautos e inquietos ─del tipo que hoy le diríamos cheto progre─, y contra Eurípides, a quien considera el punto álgido de la degradación del teatro clásico. Pese a estos odios, Aristófanes supo interpretar el carácter femenino con la misma sensibilidad que Eurípides y lo expresa en su comedia antibelicista Lisístrata.
“Lo que no me mata me hace fuerte”, dicen que dijo Nietzche, lo cierto es que estas disputas son una forma de diálogo estético que contribuye a la calidad del arte, porque estos contrapuntos, famosos entre escritores, también abarcan a escultores y arquitectos y fue el mismo Aristófanes quien reflexionó sobre esto cuando en Las aves, la abubilla un pájaro, cuya característica es que sus pichones tienen un olor desagradable, dice “el sabio aprende a menudo de los enemigos”; 21 siglos después, Jean de Lafontaine retoma esta idea con la moraleja de su fábula L’ours et l’amateur des jardins (El oso y el jardinero) “Rien n'est si dangereux qu'un ignorant ami; Mieux vaudrait un sage ennemi” (Nada es más peligroso que un amigo ignorante, más valdría un enemigo sabio).