Cómo se nota que mis padres, los dos, están atravesando la crisis de los cincuenta, ¿eh? Son de esos señores maduritos que, en la mitad de su vida, sienten la necesidad imperiosa de montar negocios o hacer cosas extraordinarias porque sienten que sus vidas se están agotando a toda pastilla. Lo mejor de mis padres es que ellos no hacen lo típico, que suele ser comprarse un coche nuevo o una casa en la playa, sino que son más ambiciosos: quieren montar un campamento de verano para niños de entre siete y catorce años en el campo. No solo porque quieren ganar dinero, que es lo prioritario, sino porque les encantan los niños. Mis padres siempre lamentaron que yo y mis hermanas nos hiciéramos mayores, y nunca tuvieron más hijos.
El caso es que yo, al principio, me tomaba a broma el proyecto, pero resulta que se lo están tomando en serio: le han pedido un préstamo al banco que se pueden permitir, han contratado a una empresa de construcción, han diseñado el recinto y el programa y las obras comenzarán la próxima semana. Mientras tanto, y por si no fuera poco, me están explotando a mí para el asunto de los regalos promocionales. Verán, me dedico a la publicidad y al marketing, especialmente relacionado con el diseño gráfico, así que quieren que yo les diseñe el logo, el eslogan y que, con todo eso, saque una remesa de artículos publicitarios para dar a conocer el campamento. Como para el verano que viene estará todo listo, están procurando conseguir clientes interesados.
A mí no me importa hacerlo, pero les he dejado claro que tienen que pagarme. Eso sí, les he hecho una rebaja del cincuenta por ciento, que son mis padres y siento curiosidad por ver si les sale bien. Utilizaré mis influencias en la empresa de regalos publicitarios para la que trabajo. |