Ya no existe un único discurso ni criterios sobre lo que se puede considerar arte tradicional, sobre todo porque son términos que refieren a épocas, medidas desde la perspectiva del tiempo, pero en realidad, el arte, tiene su propia línea temporal, medida en estilos, en métodos, en márgenes y diferencias respecto a los mercados populares y hasta de especulación financiera.
El arte, en tanto expresión humana presenta matices difíciles de encasillar, parte de su principal característica es, precisamente, desembarazarse de la sujeción de nombres y definiciones.
Ello no significa desembarazarse de los modelos ya establecidos, sino por el contrario, los artistas plásticos la tienen cada vez más difíciles a la hora de definirse como artistas, encontrar la diferencia, la unicidad, requiere del análisis de lo preexistente y comprender que lo ya clasificado requiere de atención para, justamente, establecer la peculiaridad como artistas.
Para hablar de arte tradicional, hay que hablar de arte contemporáneo, de arte antiguo, aunque mejor término queda arte ecléctico, arte que no refiere a características determinísticas o tendenciosas, sino simplemente al desarrollo de la experiencia sensorial, fuera de las sujeción de los establecidos como canon, moda, época e incluso por artistas ya consagrados.
El diálogo entre corrientes artísticas se impone, lo que parece contradictorio con la idea de lo original, a veces, hay que recurrir a la fragmentación de palabras e incluso invento de relación entre palabras para dar cuenta de la dimensión y racionalidad con que se intenta clasificar el arte.
La valoración sobre aspectos de impacto del arte, queda insuficiente como objeto de definición, la discusión sobre qué es arte y qué no, va por detrás de las escuelas y resultados que el artista provoca en la sociedad que le toca intervenir.
Para definir arte tradicional, hay que adherir a definiciones ya establecidas, de allí, el disenso o consenso, resultará infinito.
En mi reflexión, tomo la definición de Titus Burkhardt, en su ensayo “Principios y métodos del arte tradicional”, que sugiere que más que el resultado del arte, habría que analizar sus métodos e instrumentos, para definir lo tradicional, lo que resulta interesante, ya que pareciera que el avance en el arte tiene que ver con el uso de elementos –se pondría como ejemplo, la tecnología, en la actualidad–, el crítico refiere al uso de la forma artesanal en la ejecución artística, usar la mano, la naturaleza, mediante el uso de objetos para impactar sobre la obrar, tejer la obra con elementos que se tienen a mano, más que un análisis de sus efectos.
Aunque no se puede dejar de percibir que el motivo de la obra, sobre todo la pictórica, recurre a sistemas de representación muy característicos, por ejemplo, los retratos, la realidad llevada al extremos de los cuadros como los Velázquez, cuyo logro más importante, no es la fidelidad con la realidad, sino justamente la falsedad de la relación y tan difícil de distinguir dónde está el engaño.
El arte tradicional postula sus principios en una sociedad determinada, enfocada en esquemas, pero la misma enunciación aplica al arte Europeo, como al arte precolombino, arte maya, arte chino; el nombre tradicional queda ancho, vasto e insuficiente.
Algunos críticos prefieren hacer referencia a los artistas, directamente como un método para enfocar el entorno del que se distinguen características abarcadoras.
La historia nos tuercen los planos de referencia en la medida que se avanza en el tiempo, en las modas e incluso en el momento de la comprensión y aceptación de la propuesta artística.
Ni siquiera podemos precisar la eventual perspectiva para analizar el arte tradicional, lo que plantea más bien un análisis de la crónica de artistas y obras, más que de años, aunque es imposible estimar la obra sin los entrecruzamientos sociales y políticos del momento de proliferación.
El arte se escuda en muchas palabras, pero siempre tratará de sacudirlas.