Es curioso el uso del adjetivo “inglés” para designar actividades de repostería o culinaria o de otro tenor que no son originarias ni patrimonio de la “pérfida Albión”.
Así cohabitamos con la “sopa inglesa” que no es ni sopa ni inglesa sino un postre italiano la zuppa inglesa, adoptado de la cocina de la época isabelina, compuesto de una base de biscocho bañado en vino dulce, con trozos de frutas y crema pastelera y del cual tenemos una versión argenta con dulce de leche. Sin dejar de lado la variante de panificación paraguaya, el afortunado y ya internacional chipá, -en su prolífica etimología aparece una probable cheese pie.
Los franceses, por su parte, constantes en su xenofobia, ahora anti inglesa, popularizaron el término vice anglais –nombre erótico de las nalgadas rigurosas–. Quizás porque el término fue acuñado en el mundano burdel parisino Le Chabanais, ubicado relativamente cerca del Museo del Louvre, conocido por la variedad y nivel de refinamientos que ofrecía para la clientela, entre otros: Henri de Toulouse-Lautrec y Guy de Maupassant y, al menos, una testa coronada: Eduardo VII, “el rey playboy” e hijo de la reina Victoria. Por su parte, del otro lado del Canal de la Mancha, devolvieron la gentileza cuando acuñaron el término French Disease, para referirse a la enfermedad que supo tener uno de sus centros de divulgación en los prostíbulos.
En lo personal, me sumo a los cultores de otro vicio inglés, pero literario, y que se practica en tono de guasa poética en los limericks. Son una variedad de quintillas, popularizadas en la cultura anglosajona y que, frecuentemente, empiezan con la foma “There was a…” (“Había…”). Entre sus cultores se destacan: Dante Gabriel Rosetti, Mark Twain, Erica Jong, Aldous Huxley, Rudyard Kipling y James Joyce. Por lo general el lugar donde se recitaban estas quintillas, en una variante de nuestras payadas, era el centro de encuentro y sociabilización caro a los angloparlantes, un bar o un pub, compartiendo cervezas o un whisky, o una recomendable alternancia de ambos.
Los limericks tienen un esquema compositivo estricto, los dos primeros versos riman con el último y el tercero con el cuarto (AABBA) siendo que el tercero y el cuarto, acostumbran ser más cortos. Además, suelen tener un doble sentido obsceno, y es donde los literatos daban rienda suelta a su imaginación poética y libido. Sean estos ejemplos, el primero, apto para melómanos: “A blonde woodwind player named June / Arrived at rehersal too soon. / A man in the band / Put his flute in her hand, / and it changed into a contra bassoon” (Una concertista de viento -instrumento musical de madera- rubia llamada June / Llegó al ensayo demasiado tempano. / Un hombre de la banda / Puso su flauta en su mano, / y se transformó en un contrafagot). Dentro de este esquema hay uno mucho más explícito: “There was a young harlot from Kew / Who filled her inside up with glue, / She said with a grin, ‘If they pay to get in / They’ll pay to get out too’ ” (Había una joven prostituta de Kew / que se llenó por dentro con goma, / ella dijo con una sonrisa: "Si pagan para entrar / también pagarán por salir").
Estos ejemplos no son azarosos, siguen la línea deductiva de otro escritor inglés, Arthur Conan Doyle -supongo que, por su carácter puritano, no era frecuentador de limericks-. Entonces, en el capítulo 8 del Ulises, “Lestrigones”, Leopold Bloom, en su periplo por Dublín, en un largo monólogo interior, alternado con diálogos con sus conocidos y transeúntes, ve todo el contexto en una minuciosa clave culinaria y erótica, también con todo lo relacionado con la actividad digestiva hasta culminar con la defecación.
Luego de recorrer varios restaurants y bares y sentirse asqueado por la vulgaridad, ostensible gula y malos hábitos de mesas de los comensales, Bloom recala en el Davy Byrne’s Pub. Se encuentra con un amigo y luego de iniciar una conversación -lugar y situación adecuados para un contrapunto de limericks- el gourmet Bloom opta por un sándwich de queso gorgonzola con mostaza, acompañado de un vaso de borgoña y aceitunas “italianas prefiero”. Mientras espera que atiendan su pedido y conversa con su amigo acuden a su memoria unas estrofas, cito: “Había un viejo negro real / que comió esto o aquello del reverendo Mr. Mac Trigger”.
En su versión del Ulises, Rolando Costa Picazo apunta que son las dos primeras quintillas de un limerick; detalle no aclarado las ediciones en español de Salas Subirat ni la de J.M. Valverde -ambas se limitan a la traducción al español-; en momentos posteriores, varias líneas más adelante, el fluir de la conciencia de Bloom completa el limerick: “Sus quinientas esposas / Tuvieron la diversión más grande de su vida”.
Hace veinte años, cuando resolví empezar con la obra de Joyce, en coincidencia con un curso de inglés donde se hablaría de limericks, mi padre me dio una lección sobre el tema y, en su carácter de librero joyceano, me prestó un libro que no le devolví, una de las antologías clásicas sobre las quintillas: A little Treasury of Limericks, de John Letts. En él figura, el poema completo que Bloom recita de manera aproximada, pero muy acorde y siguiendo el hilo narrativo de sus primorosas reflexiones culinario eróticas a lo largo de este capítulo, y es: “There was a royal old nigger / Who ate the balls of Mr. Mac Trigger / His five hundred wives / Had the time of their lives. / It grew bigger and bigger and bigger” (“Había un viejo noble negro / Que se comió las bolas de Mr. Mac Trigger. / Sus quinientas esposas. / Tuvieron el mejor momento de sus vidas / Le creció más grande y más grande y más grande).
Mi modesto aporte a una versión anotada en español del Ulises de James Joyce.
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