El título apropiado para esta nota sería “Poesía muda, pintura que habla”, pero me parece largo y, en el fondo, los dos títulos son adecuados. Si bien el término “poética” se entiende en un contexto, la RAE, dentro de las ocho acepciones para la palabra, ofrece dos definiciones que la aproximan al arte de la escritura. La sexta: “Disciplina que se ocupa de la naturaleza y principios de la poesía, y en general de la literatura”; y la séptima: “Tratado en que se recoge la teoría poética”.
Estas acepciones nos aproximan a las artes plásticas ─siempre en definiciones de la RAE─ a través del término “estética” en su sexta acepción: “Disciplina que estudia la belleza y los fundamentos filosóficos del arte”; y la octava “Conjunto de elementos estilísticos y temáticos que caracterizan a un determinado autor o movimiento artístico”.
He observado, en las redes sociales, interés y preguntas de interesados en iniciarse en la escritura de cuentos y novelas sobre conocimientos de poéticas, o consejos de autores consagrados.
En lo personal, creo que dos conferencias de hora y media servirían para orientar a quien esté apasionado en el tema y darle alguna guía. La primera sería sobre las reflexiones de Poe, Horacio Quiroga y Hemingway, el primero por su “Filosofía de la composición”; el segundo por sus “Trucs del perfecto cuentista”, “Manual del perfecto cuentista” y “Decálogo del perfecto cuentista”; el tercero por su clara definición de la “teoría del Iceberg” ─o “teoría de la omisión”─ que da origen al llamado cuento de final abierto y la importancia que le da a la pintura como forma narrativa y guía para un escritor.
Nada nuevo bajo el sol, los griegos, con su mitología y su dramaturgia, empadronaron todos los vicios y miserias, odios y amores, lealtades y traiciones, posibles del ser humano ─también podríamos agregar la Biblia, pródiga en amores y felonías─. Por esta razón, en una segunda charla, agregaría algunas reflexiones de la Poética de Aristóteles y, del romano Horacio, en su Arte poética, también conocida como Epístola a los Pisones.
Nihil novum sub sole, la importancia que le da Hemingway a la pintura como forma narrativa que puede servir de inspiración al lector ─sería interesante trazar una analogía entre Las meninas de Velázquez, pintor mencionado por Hemingway como uno de sus maestros, con la “teoría del iceberg”─ ya es tratada por Aristóteles y Horacio.
Aristóteles porque en su Poética compara a la comedia, que caracteriza a los hombres peores de lo que son, con pintores que hacen otro tanto, con lo cual nos da una idea de lo que puede hacer un caricaturista. En cambio, la tragedia pinta a los hombres iguales o mejores de lo que son; y de esto pueden dar cuenta pintores y escultores, sobre todo cuando representan a políticos y personalidades en actitudes garbosas o dictadores, que no frecuentan la equitación, como diestros jinetes.
Por su parte Horacio, en su Epístola a los Pisones acuña una reflexión que cambia el modo de ver la pintura y la literatura por aquello de: "La poesía es como la pintura” (Ut pintura poesis), algunas obras te gustarán más de lejos, otras de cerca. Esta pide oscuridad, aquella exige ser vista a plena luz."
Hace seis años leí dos libros de autores del siglo II de nuestra era que sentaron jurisprudencia sobre la relación literatura e imagen: Descripciones de cuadros, de Filóstrato y Descripciones de Calístrato. Ambos, a través de sus relatos historiando escenas de cuadros, reales y ficticios, utilizan la poética llamada écfrasis (la representación literaria de imágenes) y la trasposición (esta última en una acepción no incluida en la RAE), que consiste en narrar una obra conocida por otro medio expresivo. Y así lo hicieron Modesto Musorgski en su Cuadros de una exposición, cuando llevó a una serie de diez piezas para piano cuadros de un pintor amigo fallecido, Víctor Harman; o en el campo de las letras, George Bizet, con su Carmen, hiperónimo de las óperas, basado en la novela de Prosper Mérimée; o en el campo de la escultura cuando Bernini esculpió Apolo y Dafne, mito relatado por Ovidio en su Metamorfosis.
De la lectura de Filóstrato y Calístrato surgió la mención de un autor que terminó de completar el círculo al que aludí cuando mencioné las referencias de Hemingway sobre la pintura como maestra de escritores; porque Hemingway, en Islas en el golfo, dobló la apuesta cuando un mecánico de lanchas le da al protagonista, un pintor, la idea para un cuadro: pintar los estragos de un huracán que resulta ser como un cuadro de El Bosco ambientado en el Caribe.
El autor aludido por Filóstrato y Calístrato es Simónides de Ceos (siglo VI A.C.), del cual solo pude rescatar una cita “La pintura es posía silenciosa y la poesía es pintura que habla”. Nihil novum sub sole, porque Simónides de Ceos vivió cinco siglos antes que Horacio reflexionara Ut pictura poesis.
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