No más terminar la incómoda relectura de un libro concluí que la contradicción entre tapa y contenido daba para algunas digresiones: la primera estaba en el acierto de la portada Los orígenes trágicos de la erudición*, donde el asterisco (*) lleva a la parte inferior de la tapa con el subtítulo Breve tratado sobre la nota al pie de página. La segunda digresión acude por la diagramación del contenido: seis capítulos en ciento setenta y ocho páginas, de las cuales cuarenta y tres corresponden a las notas –alrededor de la cuarta parte–. La tercera digresión vino por el involuntario e irónico sentido del humor de los editores, casi una boutade que obedece a un mero problema de costos; porque todos los que hemos padecido la publicación de un libro con notas al pie sabemos que estas encarecen mucho el diagramado, razón por la cual los editores prefieren colocarlas al final de cada capítulo ─el mal menos malo─ o al final del libro ─el mal más malo─, y aquí aflora la flagrante boutade del editor, porque Los orígenes trágicos de la erudición* tiene todas las notas al final del libro; razón de mi incómoda relectura; sabemos lo molesto que es leer un libro acudiendo al final cada vez que aparece una nota.
Dentro de los usos de la nota al pie, el más cuestionado suele ser en las traducciones de obras de poesía o ficción, lo primero que se les objeta es que un buen traductor debe encontrar los términos adecuados para evitar este recurso. Tengo presente esta reflexión en lo que hace a títulos, que no aceptan notas al pie. Tal es el caso de la novela Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, el traducirla al inglés se presentaba espinoso porque alude al conocido trabalenguas, en este caso tres palabras que comienzan con la letra t. El traductor tuvo un acierto brillante con Three Trapped Tigers. No ocurrió lo mismo con The catcher in the rye de Sallinger, la primera vez que lo leí en español fue con el hermoso título de El cazador oculto, acorde con las derivas del joven protagonista, al que alude el título en inglés; las versiones contemporáneas lo han cambiado por el plano y soso El guardián entre el centeno. Y estos asesinatos no solo ocurren con título de libros, la magistral película de Hithcock Notorius (1946; infame o tristemente célebre, muy afinado con él carácter de uno de los protagonistas) fue traducida al español como Tuyo es mi corazón. Aunque también ocurre lo contrario, así A Moveable Feast (una fiesta en movimiento), narración autobiográfica póstuma de Hemingway, fue publicada en español como París era una fiesta, donde el pretérito imperfecto enfatiza el tono evocativo y nostálgico de la frase final del relato, que lo cierra como si fuera el último verso de un soneto: “But this is how Paris was in the early days when we were very poor and very happy” (Pero es así como era París en aquellos tempranos días, cuando éramos muy pobres y muy felices).
Dentro de la estructura de un texto ensayístico, la nota al pie es una llave que abre puertas a reflexiones o información adicional sobre el tema tratado y, muchas veces, nos lleva a bifurcaciones que lo enriquecen. Un maestro en el uso de este recurso es Erwin Panofksky, uno de los padres de la iconología, quien hace de la información de las notas al pie un elemento tan importante como el tema tratado. Así en Estudios de iconología, basándose en la historia, la estética, la historia del arte y la palabra escrita, analiza el uso de las alegorías y emblemas que aparecen en arquitectura, escultura, pintura y literatura, y sus distintas interpretaciones y variaciones con el paso del tiempo. En este trabajo, al igual que en Los orígenes trágicos de la erudición* Breve tratado sobre la nota al pie de página, el volumen de texto de las notas al pie supera ampliamente al texto propiamente dicho, y esto ocurre por el carácter fuertemente digresivo que tiene su desarrollo y las relaciones y parentescos que nos va revelando a medida que avanza con su estudio.
En traducciones, el uso de la nota al pie se hace imprescindible a la hora de aclarar juegos de palabras o puestas en contexto para lectores que no conocen, entre otros detalles, la geografía, la historia o los autores a los que alude el narrador. Hace diez años tuve una experiencia sobre cómo el desconocimiento del contexto puede tornar un relato ─por no hablar de una novela─ ilegible. Durante un taller de una semana que di en la Universidad de los Andes en Colombia, “Poéticas y prácticas del cuento”, uno de los cuentos que llevé para analizar fue “Esa mujer” de Rodolfo Walsh; ningún alumno pudo captar el sentido de quién era la persona aludida ─mejor, el cadáver de Eva Perón─ ni mucho menos comprender el relato; ignoraban la macabra historia de secuestros y traslados que padeció el cadáver, desde el golpe militar de 1955 hasta su restitución a Perón.
Por su parte, Jorge Luis Borges recurre a la nota al pie como recurso ficcional con su impronta, casi siempre dando información ficticia para dar “verosimilitud” al relato ─término que, con seguridad, Borges rechazaría por aquello aclarado en “Milagro secreto”: “Hladík preconizaba el verso, porque impide que los espectadores olviden la irrealidad, que es condición del arte”.
Pero el uso más acabado de la nota al pie aparece en su variante ficcional en el relato “Nota al pie” de Rodolfo Walsh ─leerlo me provoca un ataque de envidia, entendida ésta como la forma más acabada de la admiración─, una sola nota al pie al comienzo y que abarca casi el noventa por ciento del relato, pero a la vez cumple con su función contextualizadora, el sentido que le daría Erwin Panofsky en Estudios de iconología. Vale la pena leer el cuento, que a su vez parece una traducción.
NOTA BENE. Con respecto a “Milagro secreto”, tiene un epígrafe del Corán (II:261): “Y dios lo hizo morir durante cien años, y luego lo animó y le dijo: ─¿Cuánto tiempo has estado aquí?─. Un día o parte de un día, respondió.” Ahora bien, Rolando Costa Picazo, en su magnífica edición anotada de las Obras completas de Jorge Luis Borges, acota de este epígrafe, en la nota 436: “Proviene del Alcorán y está relacionado con el tiempo detenido, pues Dios le hace una pregunta a un muerto a quien acaba de revivir y este le responde…”
Ahora bien, la aleya 261 [La limosna] de La Sura II del Corán dice: “Quienes gastan su hacienda por Dios son semejantes a un grano que produce siete espigas, cada una de las cuales contiene cien granos. Así multiplica Dios a quién él quiere”…Para ser más claro, una broma oculta de Borges, que inventó un epígrafe, que fue anotado como si fuera verídico.
Porque tratándose de notas al pie, al mejor cazador se le escapa la liebre.