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27 Nadie nos pertenece, salvo en el recuerdo. John Updike   por   Alguna
 
 
DaniloAlberoVergara 1/10/2019 | 06:26:17  
 
Kekulé, Morfeo, Fóbetor y Fántaso
Danilo Albero Vergara escritor argentino
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Para los griegos y romanos Cimeria era una región mítica donde no brillaba el sol y la oscuridad era total. Herodoto documentó la existencia de este país y su ubicación: los confines del Mar Negro; Ulises la describió en el Canto XI de Odisea. Allí nos enteramos de que, como castigo a que los marineros abrieran el odre de los vientos de Eolo ─pensaban que tenía presentes valiosos─una tempestad adversa los desvió de su ruta. La bota le había sido obsequiada al de multiforme Ulises para mantener los vientos encerrados y facilitarle el regreso a Itaca pero:”Helios se sumergió, y todos los caminos se llenaron de sombras. Entonces llegó nuestra nave a los confines del Océano de profundas corrientes, donde está el pueblo y la ciudad de los hombres Cimerios, cubiertos por la oscuridad y la niebla, sin que jamás el sol resplandeciente los ilumine con sus rayos, ni cuando sube al cielo estrellado, ni cuando vuelve del cielo a la tierra, pues una noche perniciosa se extiende sobre los míseros mortales”.

En el País de los Cimerios tiene su palacio el Dios del Sueño, allí todo es silencio y oscuridad. Un día Iris, mensajera de los dioses, la que es anunciada por la estela de siete colores que deja a su paso, fue, encomendada por Juno, a pedirle al Dios que enviara, mediante un sueño, a una viuda, la noticia de que su marido había muerto ahogado en un naufragio; su cadáver había retornado hasta el muelle donde había zarpadoy allí yacía insepulto.

Ni bien llegó al palacio Iris fue apartando, con el resplandor de su vestido, los sueños que, como etéreas cortinas le cerraban el paso. Cuando llegó al lecho del Dios, este sacudió su letargo, escuchó la encomienda y se volvió a adormecer. Iris, que no podía resistir más su creciente sopor, huyóseguida de su arco de siete colores.

El Dios del Sueño tiene una muchedumbre de hijos, de ellos se destacan tres:Morfeo, artífice imitador de la figura humana, remeda el timbre de la voz, la manera de andar, vestidos y palabras más usuales; Icelón ─o Fobeto─, quien se convierte en reptil, fiera, insecto, pez o ave; y Fántaso, que tiene artimañas diferentes, asume la forma de tierra, roca, agua, madera, fuego y todo lo que carece de aliento vital. El elegido para cumplir el mandato de Juno fue Morfeo. Desde que leí esta historia en Metamorfosis de Ovidio por primera vez, me he venido preguntando a cuáles de sus tres hijos habrá elegido el Dios del Sueño para enviarle a Kekulé la revelación que lo ayudó en sus búsquedas.

Pese al nombre que, por lo menos a mí en estos momentos, porta reminiscencias de personaje de vudú ─estoy leyendo la vida de Marie Laveau, TheVoodooQueen─, Friedrich Auguste Kekulé era alemán. Supe de su obra en los años que incursioné por ingeniería química y quedé cautivado por la historia de los dos sueños que permitieron, a partir de la molécula de benceno, desarrollar fórmulas estructurales y proporcionar un mapa del territorio de sus derivados y posibles combinaciones para transmutar una sustancia en otra. De esta manera, los químicos de la segunda mitad del siglo XIX devinieron en modernos alquimistas con otra piedra filosofal.

El punto de partida de Kekulé fue visualizar la estructura de la molécula de benceno y, desde allí, empezando por su primitivo uso en colorantes artificiales, elaborar una miríada de derivados. Hoy en día, el benceno es uno de los productos químicos de mayor producción mundial y se utiliza en tinturas, detergentes, gomas, lubricantes pesticidas y medicamentos; fibras, resinas sintéticas y plásticos. Si hace millones de años la primera chispa de vida surgió de un océano de aminoácidos, hoy la humanidad vive inmersa en un mar amniótico de benceno.

Michael Faraday, químico y físico inglés, descubrió el benceno en 1825, los encargados de la iluminación pública de Londres buscaban una solución al problema del gas de alumbrado que, en invierno, perdía su capacidad de producir llama. Él notó que, con el frío, el gas se condensaba en el fondo de los depósitos en un líquido ─hasta ese momento desconocido─ aromático y transparente; no recuerdo que haya resuelto la tarea que le fue encomendada, sí que determinó la fórmula empírica de su hallazgo: carbono e hidrógeno (CH). En 1834, el químico alemán Eilhard Mitscherlich determinó la fórmula del benceno: seis átomos de carbono y seis de hidrógeno (C6H6), esto complicó más la historia porque, a la hora de determinar la estructura molecular, la fórmula violaba la tetravalencia del carbono tal como se la concebía en esa época ─los que saben me entienden─. En 1855, Kekulé estaba en Londres visitando a un amigo y, según registró en sus memorias: “una noche reflexionábamos que habían pasado treinta años desde el hallazgo de Faraday y once de que Mitscherlich diera con la fórmula del benceno, y el problema seguía sin resolver”. De regreso a casa en un tranvía tuvo un breve sueño: los seis átomos de carbono y los seis de hidrógeno comenzaron a danzar, un átomo grande abrazaba a dos más pequeños y a su vez a otro grande, y todo el ensemble continuaba con su quadrille.

En 1862, Kekulé, ahora viviendo en Bélgica, tuvo otro sueño;a oscuras,en el estudio de su casa, sentado frente a la chimenea, viendo las formas cambiantes de las llamas, volvió a recordar a sus predecesores y el irresuelto problema de la estructura de la molécula del benceno, y se adormeció. Volvió a ver un baile de átomos, ahora metamorfoseados en serpientes, hasta que una de ellas se mordió su cola como el Ouroboros, símbolo de la alquimia. Otras serpientes la imitaron y los Ouroboros se entrelazaron. Pudo formular la estructura del anillo de benceno y el mundo se coloreó.

Sin duda el primer visitante fue Morfeo, puesto que el comienzo del sueño fue provocado por la evocación de sus predecesores y su trabajo inconcluso; el segundo fue inducido por Icelón, quien se presentó como un Ouroboros; luego vino Fántaso y le ofreció una estructura de una sustancia que carecía de aliento vital. Tras esta triple visita los protagonistas volvieron al País de los Cimerios e Iris se retiró, seguida por su estela de siete colores; el último de ellos el malva. Primer colorante derivado del benceno que fue sintetizado.

 





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