Aunque todos y cada uno de nosotros estos días estamos plenamente centrados en los preparativos de la inminente Navidad, y, con ella, de la Nochevieja y el Día de Reyes, una parte de nosotros ya empieza a poner las miras en la primavera y en lo que viene más allá: el verano y, con él, la posibilidad de disfrutar de unas merecidas vacaciones en un entorno de sol y playa. Esto no significa que no podamos tener unos días de descanso igualmente divertidos y relajantes en otras estaciones del año, pero es verdad que algo tiene el calor del verano que, de alguna manera, nos anima más a descubrir parajes nuevos. Parajes como Menorca. De hecho, si ya nos estamos planteando las vacaciones estivales, unas que además tengan por objetivo prioritario esta preciosa isla, es ahora el momento idóneo para empezar a buscar alojamiento en Menorca.
En la isla en cuestión, llena de playas, acantilados, monumentos prehistóricos y modernos, ciudades animadas y gastronomía variada, hay, cómo no, hoteles y apartamentos. Pero ¿Para qué quedarnos con lo más típico posible cuando podemos escoger las más increíbles villas de Menorca como alojamiento? Al fin y al cabo, por mucho que busquemos en unas vacaciones, primero y ante todo, descanso y placer, también es bueno sumergirnos de lleno en la cultura y las tradiciones del lugar al que vamos. Los hoteles y los apartamentos más típicos, muchos de cadenas internacionales, no ofrecen esa importante faceta de los viajes, pero, en el ejemplo de destino que nos ocupa, el alquiler de una casa en Menorca sí. Porque al lujo más actual y necesario para disfrutar, se une la arquitectura menorquina más típica, normalmente tejados rojos y paredes blancas, jardines de flora autóctona, etc.
Por lo tanto, si finalmente optamos por Menorca para los próximos meses de junio, julio o agosto, una cosa es segura: Alojándonos en una villa, no solo nos encantarán las excursiones, los días de playa o los paseos por los pueblos pesqueros más bonitos, sino los momentos de relajación e intimidad que podamos atesorar en el sitio en el que descansemos, solos o acompañados.
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