Si somos personas afortunadas, nunca nos habremos roto una pierna. Si, por el contrario, nos ha ocurrido, durante semanas, tal vez meses, experimentaremos lo que otras personas con movilidad reducida permanente viven a diario: la angustia de la dependencia. A ninguna persona adulta le gusta la dependencia; en la medida de nuestras posibilidades, todos y todas queremos poder desenvolvernos sin ayuda para vivir una vida realmente plena. Es por eso que las políticas y los recursos de accesibilidad son medidas de inclusión tan fundamentales en cualquier sociedad moderna. Ya hablemos de la discapacidad móvil mencionada o de otras muchas, como la sensorial o la psíquica, lo ideal es aportar a estos colectivos de personas herramientas para vivir integrados sin que perciban que se atenta constantemente contra su dignidad.
Una de esas ayudas fundamentales son las sillas salvaescaleras, y saber el precio de salvaescaleras, también es importante. La persona que se rompa una pierna también tendrá que hacer uso de ella durante las primeras semanas de su lesión, ya que con muletas le resultará imposible subir escaleras. Claro está, también puede usar el ascensor, pero ni todos los edificios disponen de uno, ni todos están situados desde la planta baja. En otras palabras, el obstáculo de al menos unas primeras escaleras es inevitable, aunque en este punto también es necesario señalar la importancia capital de las rampas de acceso en edificios públicos y privados por igual. Por su parte, una característica notoria de las salvaescaleras es que suelen instalarse en espacios privados: los mencionados edificios de viviendas y, claro está, hogares de dos plantas individuales, como chalets.
En cualquier caso, es obligación moral de todo ciudadano considerar que hay personas que necesitan de la accesibilidad. Así, por ejemplo, los propios vecinos y vecinas de un edificio pueden reunir un fondo económico común, investigar a fondo tipos y precios de salvaescaleras para escoger el más adecuado, rentable y práctico, y realizar la compra y la posterior instalación. No podemos escudarnos en el hecho de que no va con nosotros. Primero, porque demuestra una completa falta de empatía hacia el prójimo; y segundo porque, ya lo hemos visto, en cualquier momento podríamos encontrarnos en esa misma situación.
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