Desde que internet se convirtió en una herramienta de comunicación doméstica, es decir, instalados en cada vez más hogares y más allá del espacio privado y confidencial de los gobiernos, nuestra vida ha experimentado una mejoría progresiva que no podemos pasar por alto. Lo hemos notado, sin ir más lejos, durante un confinamiento de seis meses que hubiera sido notablemente más complicado sin teletrabajo, formación a distancia, videollamadas y, por supuesto, información constante las veinticuatro horas del día sobre la, por entonces, nueva pandemia de la COVID-19.
Sin duda, disponemos de numerosos recursos gracias a internet; y uno de ellos, es importante subrayarlo, es la obtención de certificado digital de persona física. Porque desde que las tecnologías de la información y la telecomunicación irrumpieron con fuerza en nuestras vidas públicas y privadas, revolucionando así todas y cada una de las formas conocidas de interacción humana, las administraciones públicas, base del motor de funcionamiento de cualquier comunidad compleja, se pusieron las pilas y empezaron a aplicar tecnologías que permitieran a los ciudadanos realizar trámites desde casa. La acción de obtener firma digital online resume ese cambio.
Todavía no está tan extendida esta firma electrónica, sin embargo, como podría estarlo. No debemos olvidar que muchos y muchas ciudadanos/as todavía pertenecen a generaciones anteriores a la era digital y, en deferencia a ellos y ellas, por inclusión y justicia, permanecen todavía las vías de resolución burocráticas analógicas y tradicionales. No obstante, no cabe duda de que nuestras vidas individuales y colectivas se encaminan hacia la total normalización de la obtención de certificado digital. A fin de cuentas, con ella podemos pagar impuestos, presentar escritos al registro general, apuntarnos a procesos selectivos, matricularnos en escuelas oficiales de idiomas, etc.
Lo único que necesitamos es una conexión a internet, preferiblemente inalámbrica, y un dispositivo electrónico, preferiblemente portátil. Porque, hoy en día, incluso la idea de realizar trámites «desde casa» se está quedando obsoleta. Con WiFi y un teléfono móvil o tablet, también podemos llevarlos cabo en un restaurante, en un parque o en el transporte público. Internet, en definitiva, ha destruido de manera contundente el concepto de «barrera física».
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