Las mudanzas siempre son un hito en la vida de una persona. El cambio de casa, tal vez incluso el cambio de ciudad o de país, suele estar motivado por nuevos cambios en la vida, como la necesidad de empezar de cero tras haber roto una relación, o sencillamente lanzarnos a la aventura de empezar una carrera o un trabajo que queremos hacer sin que nos importe la dificultad añadida. La cuestión es que mudarnos es siempre un cambio, un renacer, y es duro porque al principio debemos adaptarnos siempre a un nuevo comienzo. Los comienzos nunca son fáciles.
La dificultad añadida de la mudanza depende de muchos factores, y uno de ellos es de dónde nos vamos y adónde queremos ir. Por ejemplo, normalmente no es lo mismo contratar unas mudanzas en Alcalá de Henares para irnos a Madrid capital que a la inversa. Si nos vamos a una ciudad más grande, nuestras posibilidades se duplican en todos los sentidos, pues por lo general tenemos más oportunidades de empleo, disponemos de un mayor abanico de eventos culturales y de ocio, y en general nos dejamos engatusar por la luminosidad de una gran ciudad. En cierto modo, mudarnos a Alcalá de Henares desde Madrid supone perder todo eso.
Pero puede que estemos cansados precisamente de las grandes ciudades, con su contaminación acústica, su estresante ajetreo que no cesa nunca, y la frialdad con la que a veces podemos toparnos si tratamos con algunas personas, ya que mientras más gente hay, menos cercanía. En ese sentido, no solo tenemos que centrarnos en el ejemplo de unas mudanzas en Alcalá de Henares, sino también a otro país. Irnos fuera de las fronteras nacionales es probablemente uno de los cambios más radicales que existen, y lo acusamos todavía más si por ejemplo algunos aspectos son diametralmente opuestos, como el clima o la lengua.
Aun así, mudarnos puede suponer algo tan simple como irnos de una casa a otra, de un barrio a otro, sin cambiar de ciudad ni de país. Entonces es más sencillo, pero no nos engañemos: el cambio siempre es duro.
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