En ocasiones, cuando estamos centrados en la rutina diaria, nos llegan noticias que no siempre son agradables. Una de las más terribles, sin duda la que menos deseamos recibir, es la del fallecimiento de una persona. Sea o no un amigo, un familiar, un pariente lejano o sencillamente un conocido, nos encontramos en una posición delicada. Cuando la persona que se ha ido es alguien de nuestro círculo cercano, no tenemos ninguna duda en que nuestra responsabilidad, así como nuestro deseo, es acudir al velatorio, al entierro y a la posterior misa. En todos los casos, cualquier gasto nos parece poco a cambio de homenajear a la persona con una corona de flores.
La cosa es un poco más complicada cuando no somos ni familiares, ni amigos, ni compañeros de trabajo, ni en definitiva una persona demasiado allegada. ¿Deberíamos respetar el dolor de la familia y alejarnos, o tendríamos que dar el pésame como corresponde a las normas de la buena educación y de la empatía social? En caso de tomar la decisión de hacerlo, ¿qué fórmula podríamos emplear para no sonar demasiado artificiales? Un «lo siento» siempre es bien recibido, pero a veces, nos parece poco. Por eso, el envío de coronas funerarias es siempre una opción sensata, puesto que es una forma simbólica de dar ese pésame, sin arriesgarnos a parecer poco sinceros.
Por otro lado, tenemos que realizar una cierta labor de investigación si no queremos equivocarnos con el único gesto de empatía que vamos a tener hacia la persona fallecida y su entorno cercano. Si nos tomamos la molestia de seleccionar una corona con un mensaje simbólico, sin duda, querremos enviarlo a la dirección apropiada. No pasa nada por telefonear e informarnos sobre dónde se encuentra el tanatorio, donde se va a celebrar el tanatorio. Así, por ejemplo, sabremos que debemos enviar las flores al tanatorio norte. Lo último que desea la familia de un ser querido que se acaba de ir es tener que lidiar encima con equivocaciones que, en última instancia, son responsabilidad nuestra. Por eso, ante todo, debemos proceder con delicadeza y cuidado.
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