Mucha gente supongo que es como yo y no quiere tener cuenta en ninguna red social famosa, como Twitter y Facebook. Los motivos que pueden llevar a una persona a tomar esa impopular decisión pueden ser varios, como el simple aburrimiento hacia todo lo que tenga que ver con manejar una interfaz para agregar amigos, subir fotos y compartir publicaciones, como la simple necesidad de no tener que interactuar con todo el mundo no solo en la vida real, sino también en la esfera virtual. Otros, sin embargo, deciden no tener redes sociales por motivos de ética y de hartazgo hacia la humanidad. Y es que una red social, como su nombre indica, no es más que un reflejo online de lo que es la propia sociedad en la que vivimos; y si no nos gusta, lo último que queremos es sumergirnos en ella y conocer más y más gente de ese rebaño.
Quizá esto ha sonado demasiado a adolescente de catorce años que quiere sentirse diferente al resto de los mortales, pero les aseguro que en mi casi tiene que ver con una reflexión elaborada y profunda de lo que es el ser humano y de cómo actúa ante las discriminaciones sistematizadas, como la homofobia, el racismo y, sobre todo, el machismo, la opresión más antigua del mundo. Por ejemplo, si un día les da por iniciar en Facebook un debate sobre el trabajo sexual y quieren poner de ejemplo a las escorts de Barcelona, trabajadoras dignas del ámbito, es posible, más bien seguro, que la mitad de participantes no sepa lo que es una chica escort y que la otra mitad directamente la infravalore por serlo.
Y si deciden ustedes ser pacientes y ejercer de buen samaritano o buen profesor invitándolos a buscar más información en http://www.escortsfactory.com, seguramente sus prejuicios y su paternalismo machista les impulse todavía más a comentar que no es un trabajo digno y que a las trabajadoras escorts de Barcelona habría que intentar «salvarlas». Como si no fueran adultas y supieran cómo quieren manejar sus vidas. Esto ocurre en redes sociales a menudo.
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