No hace mucho, un polémico anuncio, un spot de televisión que se popularizó en internet, puso el Salón Erótico de Barcelona en el punto de mira de todo el mundo. No voy a entrar a comentar el susodicho vídeo ni expresaré mi opinión subjetiva y personal sobre si fue correcto o incorrecto todo lo que en él se mostraba. Lo que sí haré será, desde el punto de vista del marketing y la publicidad, elogiarlo, porque gracias a él la gente que desconocía el mencionado Salón sintió interés por él y, muy seguramente, se habrá metido en internet para buscar el programa e informarse sobre las actividades y charlas que en él se ofrecían. Esto solo quiere decir una cosa: que la publicidad es poder y que, lo neguemos o no, también es el vehículo apropiado para eliminar los prejuicios sociales que nos atenazan en muchas materias, pero sobre todo en el ámbito sexual.
Por eso, a mí me gustaría emular aunque sea en un ínfimo porcentaje a ese anuncio y hablar bien de algo que la gente, en realidad, sí que tiene en su punto de mira, pero de lo cual considera inmoral hablar: las tiendas sex shops. ¿Cuántas tiendas de ese estilo creen que se promocionaron en el Salón Erótico de Barcelona? ¿Cuántas de ellas creen que convierten la esfera erótica en un arte al fabricar todo tipo de consoladores para un público muy selecto y amplio, ya sean hombres o mujeres? ¿Cuántas personas creen que han descubierto qué son y para qué sirven unas bolas chinas precisamente gracias a que un día, sin comerlo ni beberlo, decidieron hacer una visita a una de estas tiendas que tanto gustan a todo el mundo pero que tanta vergüenza dan si alguien nos pregunta si consumimos?
Vídeos como el anuncio en cuestión y textos como el mío dan pie a que la gente deje de sentir vergüenza al hablar de estas cosas y, por el contrario, decida buscar más información en http://www.maesen.com sobre artículos eróticos. Yo creo que eso siempre es digno de ser felicitado y, ya de paso, imitado.
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