¿No les ha pasado cientos de veces que pisan por primera vez un restaurante de franquicia, uno que promete cosas maravillosas para el paladar, pero luego resulta ser decepcionante y, para colmo, una aspiradora para nuestra cartera? Así funcionan las cafeterías internacionales, cuyos nombres no voy a decir; los productos no son para tanto ni en cuanto a gusto ni en cuanto a cantidad, pero las cifras suben como la espuma porque, si una marca es famosa y de renombre, es más cara; esto es así, y ocurre no solo en el mundo de la degustación, sino también en otros muchos campos, como, por ejemplo, el de la tecnología o el de la moda. El consejo que a mí me gusta dar siempre a las personas que caen en eso de ir a un restaurante de franquicia solo porque es famoso es el siguiente: olvídenlo, y, si tienen tiempo y la oportunidad de buscar en internet un sitio para desayunar, almorzar o cenar a buen precio y con una buena relación de este con la calidad, mejor.
Pongamos por ejemplo los restaurantes de Torrejón. Si ustedes ahora ponen esas tres palabras en un buscador cualquiera, seguramente encuentren establecimientos con menús de infarto por muy poco precio, y muy seguramente estarán mucho más ricos que los de cualquier cafetería cara. Esto es lo que ofrecen los locales más hogareños, quizá empresas familiares que están genuinamente interesados en tratar al comensal como Dios manda, y lo verán buscando más información en páginas como la del Restaurante El Caserón; porque, al ser el trato más cercano, el servicio puede serlo también; y eso, obviamente, se traduce en calidad. Encima, suelen ser lugares que te permiten la opción de reservar habitaciones privadas para celebrar alguna comunión en Torrejón o planificar una comida de empresas en Torrejón, dos reuniones sociales opuestas entre sí pero idóneas para comer.
Es importante reflexionar sobre todo esto, sobre todo, si uno pretende irse de viaje, puesto que lo que gastemos por ahí en comida y bebida es un suma y sigue constante. Por eso, si podemos comer bien sin gastar demasiado, ¿qué más podemos pedir?
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