Esas infernales obras que nos despiertan a las siete de la mañana con el infernal sonido de las excavadoras, de los martillos o de los taladros eléctricos; esas obras que ninguno de nosotros, ciudadanos comprometidos que cumplen con su deber de madrugar cada día para ir a trabajar, ha pedido; esos trabajos de construcción de edificios que, en el fondo, nos acabarán gustando, al menos si lo que se está construyendo es un edificio público o se está reformando un local que albergará una tienda cuyos productos nos interesan mucho. Y aquí he hablado de construir, de erigir algo nuevo, pero también podrían ser, sencillamente, las obras de rehabilitación de una fachada, quizá las de nuestra propia casa. Y sí, proferiremos maldiciones, intentaremos amortiguar el ruido con una almohada y nos atiborraremos a café para aguantar la jornada de ocho horas diarias; pero, cuando las obras finalicen, estaremos contentos. Porque a todos nosotros nos gusta ver el edificio donde habitamos de punta en blanco, ¿no?
Esa es la razón por la que no deberíamos menospreciar negocios como el de la rehabilitación de edificios, que, problemas de sonido aparte, funcionan para traer más bienestar a nuestra calle o nuestra avenida haciendo que un edificio sea, si cabe, más nuevo y más lustroso que antes. Además, las personas que trabajan en este ámbito suelen ser profesionales de los pies a la cabeza, y creo que coincidirán conmigo en eso si buscan más información en alguna web relacionada; como, por ejemplo, la que sigue: Hermonrehabilitaciones.com. Bueno, no me quiero enrollar, pero sí que me gustaría que tuvieran en cuenta, una vez hayan visitado esa página, el arduo trabajo que supone rehabilitar cubiertas; y como, si el cliente es ambicioso, cuesta destrozar una pared que ya está como nueva para ampliar o disminuir una habitación. Porque eso, amigos míos, también lo hacen, y además muy bien.
Si he sabido explicarme bien, puede que la próxima vez que se despierten antes de las diez de la mañana por culpa del sonido de unas obras, se lo piensen dos veces antes de insultar a los trabajadores.
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