La primera vez que me di cuenta de que a mi vida no le iría nada mal materializar el sufrimiento interior que sentía entonces y curarlo por medio de talleres o nuevas filosofías, fue, curiosamente, en el cine. Yo estaba con mi novio viendo Interstellar, la última de Christopher Nolan; ya saben, esa del espacio. Bien, no quiero hacer spoiler o destriparle la película a nadie, pero, digámoslo así, en cierto momento uno de los personajes elabora un discurso sobre el amor y su utilidad en el universo que a mí me llegó al alma. Esa misma noche, lloré lo que nunca había llorado; y me sentí nueva, liberada, purificada... Sanada. Entonces, y para aprovechar la noche de insomnio que se avecinaba, quise saciar esa curiosidad que se había encendido en mí a raíz de esa película: páginas web de ayuda a la depresión.
Encontré muchas con más información, así que, como solo puedo hablar de una, la elegida es esta: chusagundez.com. En esta página, hay información exhaustiva sobre The Work, uno de estos talleres y filosofías estructuradas modernas de las que les acabo de hablar. Lo cierto es que este taller ofrece todo tipo de ayuda, pero lo que más me llama la atención es que centra todos sus esfuerzos en la resolución de conflictos, tanto internos como externos. Y es que toda la vida es conflicto desde el mismo momento en que nacemos: nuestro yo entra en conflicto con el mundo que nos rodea, con nuestros semejantes, con los que no lo son y con la propia naturaleza. Es más, diría que ese conflicto empieza desde el mismo instante en el que somos concebidos; aunque, en ese caso, nuestro mundo es más reducido y la “batalla” se genera entre nuestro yo y nuestra propia madre, o su vientre materno.
Pero me estoy yendo por las ramas, es una mala costumbre que he adquirido desde que he aprendido a reflexionar para encontrar aquellas cosas que andan mal en mí. Y eso es lo que me han enseñado tanto la formación The Work como las otras que he encontrado.
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