Los documentales son un arma de doble filo, aunque probablemente muchos de ustedes ni siquiera sepan por qué lo digo; porque la realidad televisiva y audiovisual, es que solo una pequeña parte de la población ve documentales, ya sea en la tele o alquilados. De hecho, ¿cuántas películas documentales estrenan en cines al año? Hay años que yo ni siquiera he llegado a ver ninguna y, tampoco es tan extraño que alguno de la BBC, se cuele en la pantalla grande. Pero, no, ni eso. No me extenderé más sobre eso y me limitaré a explicarles mi afirmación; es decir, por qué pienso que son un arma de doble filo. Porque, por un lado, se aprende; pero, por otro, es posible que nos genere ciertas sensaciones negativas. La sensación de ansiedad por conocer mundo, si se trata del documental de alguna ciudad del mundo; la del existencialismo, cuando se habla de la finitud del universo y de la insignificancia de la vida humana; y, en fin, la del hambre, cuando se trata de algún documental gastronómico.
Eso a mucha gente le sucede, incluso con documentales de animales. Porque casi todos nosotros comemos carne además de fruta y de verdura, y esto es así; y si estamos acostumbrados a la carne de, no sé, conejo, es posible que nos entre hambre si vemos a un grupo de conejos en un documental, por mucho que ese documental intente mostrarnos la faceta de ser vivo de esas criaturas de las que nos alimentamos. Cruel, pero es que la naturaleza es cruel; tanto, que somos capaces, al menos yo, de buscar inmediatamente después un buen restaurante en Torrejón a través de internet, para saber si sirven las carnes que más me gustan y acudir un día. Y la Naturaleza quiso que lo encontrara, además de más información sobre las distintas formas de cocinar esa vianda, que hay, aquí: http://www.restauranteelcaseron.com.
Fíjense si comer carne es un ritual que hasta se celebran comuniones en Torrejón e, incluso comidas de empresa. Respeto a las personas veganas y vegetarianas, pero creo que somos como somos y es inevitable.
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