Toda persona experimenta numerosos momentos trascendentales o puntos de inflexión a lo largo de su vida. La mayoría de esos momentos clave, o al menos los más importantes, están relacionados con instantes que han cambiado su vida; y suelen incluirse en esta categoría momentos como el de acabar la universidad, casarse, tener un hijo o tener un nieto. Son, como suele decirse, “capítulos de la vida”. No obstante, esto no significa que haya otros puntos de inflexión igual de importantes, aunque, siendo objetivos, no sean tan trascendentes... ¿o sí? A ver, ¿es que acaso ustedes no tienen una película que marcó su infancia? Esa película que, a un nivel consciente e incluso inconsciente, ha guiado el rumbo que han seguido y les hace recordar su infancia con una sonrisa. Algo tan aparentemente nimio, como eso, puede derivar en uno de esos momentos clave de la vida de los que hemos hablado antes; por ejemplo, a que a una persona se le meta en la cabeza que quiere ser actor o actriz o director de cine.
Por eso considero fundamental que a ninguno de nosotros nos sea negado el derecho a acceder a la cultura. Es cierto que la persona que ha creado un producto -ya estemos hablando de un libro, un cuadro, una canción o, precisamente de lo que estamos hablando, una película- tiene todo el derecho del mundo a adquirir beneficios a cambio de mostrarlo al público; pero a mí no me parece tan grave que una persona sin dinero pueda acceder a dicha obra de arte a través de, por ejemplo, descargas de música o descargas de vídeos en internet. Al fin y al cabo, mientras más conocida sea la creación, mejor; y el pueblo tiene mucho poder. Es el poder de la popularidad, y eso, amigos míos, se gana, y a menudo con mucho esfuerzo. Me estoy yendo por las ramas; todo esto lo digo porque me gustaría recomendarles OneDrive, un servicio virtual -más información en https://privadocs.com/- ideal para guardar todos esos archivos que vayamos descargando. Porque eso lo hacemos todos y nadie lo puede negar. |