Yo siempre me había considerado una especie de cabeza loca, una persona impulsiva donde las haya. De hecho, en mi grupo de amigos de toda la vida, siempre me ha tocado interpretar ese papel, el de mujer que no sabe estarse quieta y que se mete en líos por no pensarse las cosas dos veces y con un poco más de frialdad. Sin embargo, todo eso cambió cuando empecé a trabajar en la oficina. Es mi primer trabajo, por cierto, porque me gradué este verano -un poco a duras penas- y tuve la suerte de que a los tres meses me salió el trabajo, un trabajo bastante digno que, por lo menos, me da un sueldo fijo. Pero, cosas de la vida, me toca ser a mí la sensata del grupo de personas con el que trabajo, porque todos ellos están bastante peor de la cabeza que yo ¿quién lo diría?
Un ejemplo es mi vecina de despacho, Eloisa, una chica de veintisiete años que probablemente tome peores decisiones en la vida que yo. Ayer, por ejemplo, me estuvo contando que esta semana lo va a pasar fatal porque se va a mudar. Yo le dije que no se preocupara, que las mudanzas no suelen tardar más de un día; pero ella me dijo que iba a estar mudándose durante un mes. ¡Un mes! ¿Y saben por qué?, porque es idiota y piensa que, con ayuda de una furgoneta y de su padre, su novio y sus hermanos, va a poder sacar no solo todos sus trastos en cajas, sino también todos los muebles. Yo le dije que estaba completamente loca, y que los servicios de mudanzas nacionales no son tampoco tan caros; pero nada, ella no quiere gastarse un duro en ningún tipo de empresa de mudanzas de España.
Eso es lo peor, que no escucha a nadie. Por si acaso, yo le he dicho que, antes de hacer semejante locura, consulte la página web de empresas como Transportes Ramos, que ofrecen servicio de calidad a buen precio. “Eloisa”, le dije, “tienes más información en www.mudanzasfedericoramos.es”. Ojalá así haga caso. |