Si hace un año me hubiesen dicho que mi hermana iba a tener piscina en su casa, me habría reído mucho. Verán, yo siempre he sido, y lo siento si suena cruel pero así es, la exitosa de las dos: me he sacado una carrera universitaria importante, la de Derecho; me he partido los cuernos para tener mi propio bufete de abogados y, encima, me casé con el cirujano jefe de un hospital. ¿Y adivinan qué?, yo nunca he tenido piscina, pero porque tampoco hemos querido: somos muy felices en el ático de lujo con vistas al centro en el que vivimos desde hace ya ocho años, y si en algún momento queremos darnos un chapuzón, nos vamos a un hotel de cinco estrellas, que para eso está.
Mi hermana, sin embargo, es artista, y su marido siempre ha sido un empresario del montón. Además, al contrario que yo, tuvo hijos, con lo cual, buena parte de sus escasos gastos ha tenido que destinarlos a ellos. En fin, ¿qué le ocurrió?, pues que la suerte le sonrió y uno de sus libros se convirtió en un éxito de ventas, un bestseller de esos, así que, naturalmente, ha ganado suficiente dinero como para mudarse a un chalet y mandar construir una piscina. Lo supe cuando, ayer, me llamó por teléfono para darme la noticia de que las obras de dicha piscina habían empezado ya y que hoy les iban a instalar el clorador salino para el tratamiento de aguas de piscinas.
¿Me ven con cara de saber qué demonios son los cloradores salinos? No, ¿Verdad? En fin, yo supongo que tendrá que ver con el cloro de la piscina, aunque creo que “salino” viene de “sal”. ¿Una piscina de agua salada, entonces? Pues menudo lujo. Tendré que investigar qué es eso del clorador, siento curiosidad y en una página que he encontrado, http://sugar-valley.net, parece que lo explican bastante bien. |