Todos tenemos una película de la infancia, esa que nos marcó, que nos hizo descubrir la magia del cine. En la mayoría de casos, al menos desde mi experiencia, dicha película suele ser de dibujos animados y es Disney la que se corona como industria de sueños infantiles; pero en otros, la película en cuestión es de imagen real, es decir, la protagonizan actores de carne y hueso. En mi caso, curiosamente se mezclan las dos cosas: la cinta que marcó mi infancia fue una película Disney, pero no de dibujos animados. ¿Les suena el nombre de Tron?, pues a esa me estoy refiriendo.
Y quiero hablar de ella porque ilustra muy bien ese sentimiento que a veces tenemos todos, el de que la realidad supera a la ficción. Cuando a mis tiernos diez años veía Tron, pensaba en aquel mundo informático como si fuera una suerte de Nunca Jamás construido de datos, y pensaba que en el mundo nunca podría existir nada igual. Poco después, nació internet; y ahora, esa herramienta tan imprescindible para comunicarnos ha evolucionado y nos ha traído el concepto del almacenamiento en la nube cuyo funcionamiento tan bien nos explica www.privadocs.com.
En la nube se puede almacenar toda la música descargada, pero no solo eso, sino los vídeos descargados y los archivos de toda clase que consigamos en general. La nube es, por así decirlo, un archivador online de capacidad casi ilimitada, y es también la técnica más empleada actualmente en las televisiones de pago digitales. Antes, cuando pensaba en Tron, pensaba en algo ficticio, pero ahora no puedo evitar imaginar que el protagonista de la película existe en OneDrive y en todos aquellos servidores que utilizan eso de la nube; un nombre muy poético, por cierto. Por fin, una de las mentiras de mi feliz infancia ha resultado ser verdad. ¡Y ojalá todas lo fueran, me encantaría! |