Las conversaciones con la señora mayor que vende periódicos y revistas en el kiosko de al lado de mi casa sigue siempre el mismo patrón, y dicho patrón podría sintetizarse en la fórmula siguiente: “Hola” más “Hola” más “¿Qué tal?” más “Yo bien, ¿y usted?” más “Aquí, hija, vendiendo un poco” más “Ojalá sea mucho. ¿Qué tal le va X cosa?”, y así en un bucle que, sin darnos cuenta ninguna de las dos, se puede llegar a eternizar durante diez, quince, veinte e incluso treinta minutos, si bien es verdad que a los treinta rara vez llegamos.
En cuanto a los temas de conversación, esos que sustituyen a la X en la fórmula, son muy variados, pero, ante todo, cotidianos y costumbristas: cómo están nuestras respectivas familias, qué pensamos de la situación política del país, qué opino de que aquel día haga un tiempo tan bueno o tan malo, qué tenemos pensado preparar de comer hoy, etc. Hoy, tocó un tema social, uno que nunca antes habíamos tocado: el de las mudanzas en Alcalá de Henares, que es donde vivimos las dos. El tema en cuestión nos lo proporcionó una pareja joven que acababa de mudarse al barrio, en concreto en el portal que está al lado del mío.
Cuando vi a la señora esta mañana, noté que su sonrisa era más ancha de lo normal y que sus ojos relucían más de la cuenta. En realidad, es un fenómeno que, si bien no veo a menudo, sí que me es familiar; porque es la cara que suele poner cuando tiene algo nuevo de lo que hablar. Así pues, nos pusimos a comentar cosas sobre las mudanzas en Alcalá de Henares: qué ofertas hay, cómo son los trabajadores, a qué precio está el suelo... No teníamos ni idea del tema, pero qué más da, es divertido. |