Es un hecho que la sordera es una de las patologías más frecuentes en pacientes de la tercera edad, sin embargo hay datos que constatan que un 70% de los pacientes que necesitan usar audífonos, no los utilizan. La consecuencia de esto es que son pacientes que a menudo experimentan un estado de depresión y aislamiento a consecuencia de las dificultades en la audición. Esta situación no tratada acarrea un empeoramiento en la salud del paciente y en sus relaciones personales.
Y yo me pregunto, si el problema tiene solución ¿por qué la mayoría de los enfermos se resiste a llevar audífonos? Un porcentaje de ellos es porque se resiste a aceptar que tienen un problema, otros porque no le dan la importancia que realmente tiene oír bien y otros porque piensan que no van a poder costeárselos.
La visita a un centro auditivo que evalúe el grado y tipo de sordera que padecemos y nos asesore sobre el audífono más adecuado, es básica para atender el problema y solucionarlo. Unos simples audífonos adaptados, van a mejorar nuestra calidad de vida, ya es hora de aceptar el problema e intentar solucionarlo de la mano de los especialistas en audición.
Rehusar a utilizar audífonos cuando los necesitamos va a influir en la comunicación con el entorno, ya sea a nivel laboral o personal y la falta de comunicación apareja estados de ansiedad, soledad, depresión... sumiéndonos poco a poco en el aislamiento.
Hay centros auditivos que en colaboración con la Fundación Ayuda a la Audición, ofrecen subvenciones en audífonos, ayudas y audífonos digitales a mitad de su precio, para que no suponga un problema económico para los pacientes, entonces ¿por qué seguimos negándonos a utilizarlos?
Yo particularmente no tengo respuesta, las estadísticas son las que son y, tan solo un 30% de todos los pacientes con pérdida auditiva, lo han aceptado y han puesto solución. |