Los lunes son el día más aburrido de mi vida, al menos este año. Lo digo porque dos de los profesores con los que tengo clase tienen la manía de faltar, y a veces sin previo aviso; por lo tanto, me toca quedarme en casa y aburrirme, algo que no llevo nunca demasiado bien. Suerte que el lunes pasado pude romper un poco el ciclo, y no porque los profesores vinieran -que no lo hicieran-, sino porque una amiga me invitó a una de sus clases de la carrera de Psicología. Al parecer, el profesor que imparte esa clase es un tipo bastante amistoso y no le importa que personas ajenas vayan a escuchar siempre que no interrumpan ni participen.
No me entusiasmaba mucho el tema del que iban a hablar, el subconsciente y la figura de Carl Gustav Jung en España; sin embargo, era mejor que volver a tomarse sola un café en la cafetería o volver a casa y no hacer otra cosa que dormir. Por eso acepté: cogí el primer autobús que se me puso a tiro y me “mudé” a la facultad de Psicología, a ver qué cosas aprendía sobre psicología junguiana en Barcelona.
Cuando acabó la clase, me quedé atontada y la cosa me duró hasta el día siguiente; o quizá incluso un poco más. No tenía ni idea de que el pensamiento de Jung era tan fascinante, tan certero, tan misterioso. Quizá haya sido por la forma en la que el profesor dio la clase, pero el caso es que me caló hondo; tanto, que quise preguntarle cómo podía obtener más información al respecto. Fue entonces cuando me dio la dirección de SEPA en España, la sociedad española que se ocupa de los temas de Jung. Esto no es algo pasajero, ¿eh?, llevo toda la semana documentándome a fondo y hasta me tienta cambiar de carrera. |