Vivir a la sombra de una madre soltera sobreprotectora, y encima muy cristiana, no es fácil. ¿Han visto o leído ustedes Carrie? Bueno, pues yo comparo a la madre de la protagonista con ella, claro que mi madre es una versión mucho menos aterradora y más “normal”, por decirlo de algún modo. Por suerte, yo no me parezco en nada a Carrie y no me dejo mangonear, pero reconozco que, durante mi adolescencia, ejerció demasiada influencia sobre mí a un nivel inconsciente. Yo no me di cuenta hasta la primera vez que supe que quería irme a estudiar fuera. En cuanto lo pensé, tuve miedo, porque tenía las palabras de mi madre grabadas a fuego en mi memoria: “No sirve de nada que te vayas fuera, si te vas te puede pasar algo, quédate aquí”.
Era tanto el miedo que necesité un par de meses de tratamiento psicológico para superarlo. Sí, solo dos meses. La verdad es que, afortunadamente, soy una persona fuerte, y la terapia que mejor funcionó fue la que me impuse yo a mí misma. Me dije que quería ser una mujer independiente y lo estoy consiguiendo, y el primer paso que he dado para demostrarme eso a mí y, de paso, demostrárselo a mi madre y al mundo, ha sido contactar con una empresa de mudanzas nacionales. Tuve miedo de llamar porque, y lo sabía, luego no había marcha atrás; pero, en cuanto lo hice, me sentí liberada.
Cuando vino el responsable de la empresa de mudanzas a España en cuestión para sacar un presupuesto de lo que pensaba llevarme, vi en la cara de mi madre una expresión que nunca antes había visto. Parecía decir, y solo con los ojos, que ya no tenía nada que hacer conmigo, que había crecido y no iba a dejarme manipular nunca más. Se lo debo todo a Transportes Ramos. |