Siempre he sido fumadora. En casa, cuando era joven y aún vivía con mis padres, todos fumaban y yo, que era la más pequeña de mis cinco hermanos, estaba acostumbrada a verlos a todos fumar. Desde mi padre hasta mi hermano con el que menos tiempo me llevo todos fumaban y además bastante. Así que el hecho de que yo lo probara no era nada nuevo. El caso es que un día mi padre empezó a manifestar síntomas de cansancio y demás que nos hicieron llevarlo al médico. Siempre estaba malo y cada vez iba a peor. Fue entonces cuando, tras numerosas pruebas le detectaron un tumor de pulmón. La verdad es que nos pilló por sorpresa la noticia y lo pasamos bastante mal. Por suerte, los médicos lo cogieron a tiempo y pronto se recuperó. Dejó de fumar de golpe.
Nosotros, que lo vivimos también de cerca, pensamos que había que dejar de fumar, pero a mi por ejemplo era algo que me costaba bastante, no ya por el hecho de fumar en sí sino porque me costaba horrores quitarme los malos hábitos de coger el tabaco. Entonces, acudimos a un psicólogo que nos animase a probar alguna técnica para dejarlo. Por lo general, nos iba bien la terapia que hicimos con él, pero no terminábamos de dejarlo. Entonces un día, en el trabajo, lo comenté con unos compañeros y me dijeron que si no había probado el cigarro electrónico, que al parecer era bastante bueno como alternativa para dejar de fumar y que ya había gente a la que le había ido súper bien con él.
Se lo dije a mis hermanos y decidimos que ese mismo año para reyes, nuestro regalo sería uno de esos para cada uno. Vamos, ese sería nuestro regalo común. A unos nos costó más que a otros, y, aunque todavía hay alguno que sigue fumando, ahora ya no quiere el tabaco de siempre. Otros lo hemos conseguido. |