La gente suele tener recuerdos agradables de su carrera, pero, sobre todo, por las amistades que hacen allí. Yo no. Yo tengo recuerdos agradables, sí, pero por todas las cosas que aprendí, y no por la gente; de la cual solo me llevo a dos personas, las únicas dos personas que consideré inteligentes de entre toda la caterva de ignorantes que había en mi clase. Soy un poco antisocial, sí, lo admito, pero lo soy porque soy intolerante a la estupidez; no me hace gracia, me irrita, así que, si me irrita, no voy a fingir que me lo paso bien ni que soy capaz de soportarlo. La verdad es que fui una persona bastante odiada debido a ello, pero me da igual.
Les diré una de las cosas por las que los odiaba. En mi carrera, teníamos asignaturas de inglés; y dado que se trataba de una carrera de letras, era bastante lógica. Pues los ineptos, los catetos que no sabían ni pronunciar correctamente las palabras más básicas, se quejaban de tener esas asignaturas, y reforzaban su opinión con argumentos como: “Es que a mí el inglés no me va a servir para nada, no lo necesito”. ¿En serio...? No aguanto esas cosas, de verdad. Yo aproveché esas clases, y además, en cuanto terminé la carrera, decidí apuntarme a cursos de inglés en Madrid porque tenía interés en mejorar todo lo posible en el idioma. El inglés te abre multitud de puertas, y quien no sabe verlo, no merece ni tener trabajo.
Si estuviera en mi mano, apuntaba a todos esos ignorantes a un curso intensivo de inglés contra su voluntad, porque dejarlos a su libre albedrío me pone de los nervios. Aunque, la verdad, no creo que gente así supiera aprovechar las clases de inglés en Madrid. No tienen capacidad cerebral suficiente, ni para eso ni para otras muchas cosas. |