Los meses en los que cobro paga extra estoy el doble de feliz de lo que suelo estar normalmente. Los que digan que el dinero no da la felicidad son un poco ingenuos, ¿eh? Quizá no sean la panacea de la felicidad, aunque cada vez lo sea más, pero sí que contribuye algo, mucho, bastante, a hacernos feliz. Conmigo, al menos, lo consigue; aunque eso tiene un lado oscuro muy negativo, y es que se me activa un poco el espíritu consumista que todos llevamos dentro. Ojo, no creo que el consumismo con cabeza esté mal, no hace daño a nadie, pero sí que creo que no hay que comprar a la ligera lo primero que nos guste, y menos si es caro, porque puede darse el caso de que luego descubramos que no nos sirve para nada.
A ver, la primera cosa que compré yo fue un router 3G. Vale, el anterior me estaba empezando a dar algunos problemas, así que está bien; es útil y me sirve (¿queda alguien en el mundo que no se conecte a internet?). Con la segunda cosa, se me empezó a ir la historia un poco de las manos, porque lo que me compré fue una cámara IP. Y ustedes se preguntarán que para qué... Cosa que me pregunté yo en cuanto la recibí en casa. Bueno, me dije, la instalo en alguna zona de la casa y así, si alguien intenta entrar a robar, lo sabré. No es broma y no me lo invento, vivo en un primer piso y han intentado entrar al menos dos veces en siete años.
Lo último fue un detector de billetes falsos. A esto sí que me costó encontrarle alguna utilidad, porque ni regento ninguna tienda ni tengo conocidos que me deban dinero. No soy ningún mafioso italoamericano, por Dios. Así pues, lo uso solo cuando me aburro. |