Si creces con un padre que es muy aficionado a la historia, es posible que seas historiador y sientas especial predilección por la arqueología. Si te educa una madre cuya pasión es la literatura, es posible que crezcas sintiéndote atraído por las bibliotecas. No creo en el determinismo, pero lo usual es que nuestro entorno familiar nos influya de un modo u otro, como en los ejemplos que he puesto. Les pongo otro: mis padres son físicos. Los dos. Y encima, mi madre idolatra a H. G. Wells, mientras que mi padre tiene en un altar a Isaac Asimov. Ahora, imagínense unos instantes lo que debe de suponer para un niño sin hermanos crearse con la influencia de esos dos elementos.
Pues que, evidentemente, me he acabado decantando por la ciencia, y encima soy muy aficionado a la ciencia ficción. Tan aficionado que, desde que tenía quince años, mi objetivo vital ha sido dedicarme a algo relacionado con las investigaciones en Inteligencia Artificial. Lo he conseguido: estudié Ingeniería de Telecomunicaciones y, luego, , me especialicé en domótica. Ahora, me dedico a fabricar alarmas para negocio y, cómo no, todo tipo de sistemas de seguridad. Se preguntarán qué tiene que ver todo eso con la Inteligencia Artificial. Pues todo. Sin IA, no habría interacción entre máquina y usuario, que es lo que necesitan las casas inteligentes para reconocer a sus legítimos dueños, por ejemplo.
Pero claro, la gente suele asociar ese concepto a la construcción de robots más propios de la literatura que de la vida real. Bueno, todo llegará, y yo también crecí con esa concepción previa; pero hay que poner los pies en la tierra: la IA sirve para muchas más cosas, como las alarmas de domótica de seguridad. Todavía soy joven y tengo fe en que, en un futuro, participaré en algo más impresionante, pero de momento soy feliz. |