Durante mucho, muchísimo tiempo, rechacé el asunto de hacer la compra del supermercado vía online. Con la comida, siempre he sido muy tiquismiquis, y la idea de no ser yo la que elija los productos y compruebe que están en buen estado y tienen una fecha de caducidad decente, unida a los posibles problemas que puede causar el transporte, siempre me había repelido. Sin embargo, también detestaba tener que desplazarme y cargar luego con las bolsas hasta casa: no hay nada que odie más que ir al supermercado. ¡Ni siquiera me gusta comer! Como lo justo y necesario, pero no es un placer que me llene demasiado.
Sin embargo, hay cosas que, en ocasiones, pueden cambiar definitivamente; y lo normal es que ese cambio venga de forma totalmente inesperada. Verán, un día, una amiga mía me llamó por teléfono y me pidió que le hiciera un pequeño favor: meterme en internet, con su cuenta, en una especie de frutería online y comprar naranjas. Alegó que ella estaba ocupada con un asunto y que no podría hacerlo, pero que necesitaba hacerlo hoy para que le llegasen a tiempo. A mí todo eso me pareció extraño e incluso molesto, pero bueno, accedí. Me metí con su nombre de usuario y contraseña y me dispuse a quitármelo de encima rápidamente.
Cosas de la vida, esta cosa extraña de las naranjas online me resultó fácil y entretenido. Al día siguiente, mi amiga me telefoneó dándome las gracias porque las naranjas le habían llegado en buen estado. Ese día tuve ganas de probar, aunque solo fuese una vez, una compra online del supermercado. Lo hice y acabé encantada, sin queja alguna sobre la calidad de ninguno de los productos o la atención al cliente. Para mí, se acabó cargar con pesadas bolsas o congelarme seleccionando lácteos en una nevera enorme: la compra online forma parte de mi vida. |