De vez en cuando me gusta entrar en tiendas de animales para ver perros, gatos, iguanas, hámster y, en resumen, todo eso que mi madre no quiere tener pero que yo tendré algún día, cuando viva sola. Las tiendas de animales son divertidísimas; sí, vale, es cierto que los animales están encerrados, pero yo no tengo espíritu de salvadora de los animales; me da pena y me los llevaría a casa si pudiera para tratarlos como es debido, pero ya saben, mi madre... Bueno, pero no tengo por qué justificarme, la verdad: me encantan las tiendas de animales, y eso es algo que no va a cambiar.
Además, ya no es solo por los animales: es que me encantan todos los complementos que se venden. Peceras, juguetes, camas en miniatura, collares...; y lo que más me gusta, posiblemente, sean los adornos para las jaulas de los hámster. El otro día vi, de hecho, una colección de casas de madera para hámster que me encantó. Cualquier persona pensará que en ese momento se me activaron las ganas de tener un hámster, pero más bien se me despertaron las ganas de tener una de esas casas, toda de madera, para mí. Es que lo rústico siempre me ha entusiasmado, qué quieren que les diga; y en una casa así, en el campo, podría tener todos los animales que quisiera.
Y no se crean que no me he puesto a buscar casas de madera para mí, pero es que siempre acabo desconsolada cuando lo hago: son caras y yo todavía no trabajo porque estoy terminando el instituto; y todavía me queda sacarme una carrera o ciclo y encontrar trabajo, así que tengo que esperar sentada. Pero a veces me gusta imaginar cómo será mi futuro, y eso incluye buscar casas o entrar en tiendas de animales. Sé que quiero un perro además de un hámster. Un perro grande. |