A mí me alegra que las mujeres trabajen y decidan por sí mismas y tengan los mismos derechos que los hombres, de verdad lo digo. Siento empezar de forma tan abrupta, pero veo necesario aclararlo antes de que se me malinterprete por lo que voy a decir... Ahí va: ojalá mi mujer no trabajara cuando trabajase yo. Y aclaro: ojalá yo no trabajase cuando trabaja ella. Lo que quiero decir es que, cuando tienes una niña de ocho años y no puedes permitirte pagar una guardería, los problemas se te vienen encima constantemente. A mi mujer le pusieron una reunión inesperada ayer, así que yo he tenido que llevarme a la pequeña a la fábrica para cuidar de ella. Suerte que mi jefe es comprensivo y, encima, le gustan los niños, que si no...
Lo peor del caso es que mi hija es muy inquieta, así que no paró quieta, y me repito, durante todo el día. A mis compañeros les hacía gracia, pero yo me moría de vergüenza porque lo único que veía era que estaba molestando todo el rato. Encima, la cría, al parecer, se enamoró de las cámaras de congelación que tenemos para conservar en buen estado nuestros productos, que son lácteos (y no digo de qué empresa porque tampoco voy a hacer publicidad, por mucho que trabaje allí; dudo que me fuesen a subir el sueldo). Pues eso: no paraba de entrar, salir, de curiosear con los botones... encima, no sé cómo no armó la de San Quintín.
En cierta ocasión, desapareció y no la encontré, y entonces empecé a ponerme muy nervioso; porque, encima, nadie más la había visto. ¿Se habría escapado?, ¿se habría hecho año? Luego la encontramos, al cabo de quince minutos, metida tras una tonelada de yogures de una cámara frigorífica... ¡Y comiéndose uno! Nunca más, en serio: mi mujer tendrá que llevársela a sus reuniones. |