Me encanta cuando una chica me rompe todos los esquemas. Por eso empecé a salir con mi actual novia y por eso llevamos ocho años juntos: nunca deja de sorprenderme; y, sin lugar a dudas, es una chica extraña, única en su especie, que se sale completamente de los parámetros sexistas establecidos por nuestra sociedad: hace lo que quiere cuando quiere; y además, lo hace bien. Más bien, lo que yo me pregunto es por qué sigue conmigo, porque en comparación, yo soy bastante más soso. Ella dice que porque le gusta mi cuerpo; yo sé que, en parte, bromea...; aunque no sé hasta qué punto.
La última muestra de que es una chica completamente fuera de lo común acaeció ayer, en un restaurante en Torrejón. Era un restaurante bastante bonito y económico, si tenemos en cuenta la variedad de comida y bebida que servían y también su calidad. El restaurante lo descubrió ella, claro, que es más sociable que yo y le gusta salir y descubrir sitios nuevos. A mí me sorprendió un poco que insistiera tanto en que fuéramos a comer allí; otras veces, lo dejaba caer y luego esperaba a que diese yo el paso y dijera: “bueno, vamos a almorzar/cenar en tal restaurante/cafetería”. Ella siempre suele responder “ya era hora, chico”, y sonríe.
A lo que iba: la muestra en cuestión no fue llevarme a ese restaurante, sino lo que hizo en él... Me propuso matrimonio. Como lo oyen: hizo lo típico de dejarme el anillo en la copa de champán, se puso de rodillas y me hizo la pregunta que todos conocemos. Y la gente aplaudió. De todas las cosas que imaginé que pasarían en mi vida, que mi novia me pidiera matrimonio, como un hombre, no era una de ellas; y menos en un sitio que parecía servir para cualquier comida de empresas en Torrejón. Por cierto: le dije que sí. |