Aún recuerdo cuando empecé a leer con apenas diez años. Yo estaba en la playa con mi familia y mi hermana mayor estaba leyendo un libro; los niños son astante impresionables y son esas impresiones las que determinan sus gustos guturos, y sé que ese libro, uno de la saga de fantasía épica Dragonlance, fue el que determinó que me gustase todo ese mundo de espadas, magos y criaturas fantásticas. También fue el que determinó, creo yo, que siempre me haya fascinado Toledo; fui con mis padres cuando tenía quince años y me fascinó no solo el paisaje, sino saber que era el centro mundial de la fabricación de espadas.
Evidentemente, a cualquier chaval como yo la idea de comprarse una espada toledana persiste incluso cuando ya eres adulto, pero la verdad es que todavía no he conseguido la mía; hay que tener los pies en la tierra y todo tiene su precio en metálico. De todas formas, sí que he conseguido cumplir otro de mis sueños: mudarme a Toledo. Así es: llevo viviendo aquí con mi novia hará cosa de diez años, pero por fin hemos encontrado no solo una casa que nos encanta, sino que tenemos dinero de sobra y nos podemos permitir tranquilamente unas mudanzas en Toledo.
Ahora mismo no podría ser más feliz, pero eso también ha provocado que me dé cierto miedo por si a útima hora las cosas salen mal. Mi novia, optimista por naturaleza, me recomendó entonces la opción de contratar no unas mudanzas a secas, sino unas con guardamuebles; así, nuestras cosas ya estarían allí y yo me tranquilizaría, porque entonces no habría marcha atrás. Según ella, es una buena opción que ha experimentado de buena mano, porque durante unos años su familia se mudó a la capital contratando unas mudanzas con guardamuebles en Madrid. En fin, veremos cómo sale todo al final. |