No saben lo que detesto comprarme un aparato eléctrico, el que sea y que justo cuando se me cumple el plazo de garantía y devolución se me rompa. Es muy, muy frustrante, y además poco práctico, porque voy a tener que gastarme dinero en uno nuevo. Sobre todo, me ocurre a menudo tanto con los teléfonos móviles (tres en dos años) y con los auriculares para ordenador; estos últimos son los peores, porque además, el último que me dijo adiós se suponía que era uno de los buenos: era inalámbrico y me costó nada menos que cincuenta euros. ¡Cincuenta euros para eso! Habráse visto...
De hecho, cuando se me rompieron esos cascos me asestaron el golpe definitivo. Me negaba a dos cosas: a comprarme unos cascos nuevos y peores y a volver a gastarme cincuenta euros en uno que es supuestamente bueno. Por eso, esta vez hice uso de los negocios de gestión de mantenimiento; ya saben, esos sitios que reparan aparatos eléctricos. Vuelvo a tener mis auriculares y yo tan feliz, porque la verdad es que mi cabreo acababa de llegar a extremos nunca antes vistos. No tengo paciencia con estas cosas... o bueno, no la tengo en general, pero con esto mucho menos.
De hecho, fíjense ustedes si estaba enfadada que he tenido que venir aquí a contarles cosas sobre los auriculares del mal, mi mala suerte innata con las nuevas tecnologías y cosas sobre la gestión de mantenimiento. Me parece que ahora me siento mucho mejor; y pienso, pues siempre ha sido mi filosofía, que si la vida me da limones haré con ellos limonada. Hay cosas mucho peores en la vida que quedarse sin un objeto, así que todo es cuestión de perspectiva. No se preocupen, que desde hoy pienso ser positiva y no dejarme amedrentar por minucias; sé desenvolverme bastante bien en muchos aspectos. |