Mi madre está ingresada en el hospital y me temo que ahí seguirá hasta que su corazón decida decir “basta”. Tampoco es que me queje: la quiero mucho y si de mí dependiera, haría que viviera cien años más. Sin embargo, ya tiene noventa años y creo que ha vivido bien y he tenido suerte de tenerla conmigo hasta esa edad: me ha visto crecer y ha visto crecer a sus nietos. En fin, sé que a ella la deprime un poco estar en la habitación de un hospital, y por eso me he propuesto hacer algo por ella; algo que le alegrará la vida: decorarlo todo de flores naturales y que la fragancia invada su nueva estancia. A ella le encantan las flores, así que le alegrará.
De hecho, voy a recurrir al sitio en el que suelo yo dedicarme a la compra de semillas para decorar mi propia casa; porque tanto a mí como a mi marido nos encanta la labor de jardinería y, cuando plantas algo tú mismo, quieres todavía más a ese algo y lo ves digno y propio de tu hogar. Eso quiero yo para mi madre: que vea crecer las flores, que se alegre, que se distraiga y que solo vea belleza el tiempo que le quede de vida. Ayer, por cierto, planté las primeras macetas; las cuales compré en el mismo sitio (tienen de todo, como puede apreciarse); y tal y como auguré, mi madre está muy complacida.
Además, los dueños de la tienda son amigos míos y les puedo asegurar que no solo se les da bien la venta de semillas, sino también el trato que le dan al cliente: son cercanos, amables y solícitos y se han ganado un grupo nada desdeñable de clientes fijos. Sé que todavía seguirá en pie muchos años más; como mi madre hasta ahora. |