¿No os parece ridículo el recurso ese tan explotado de las películas, sobre todo de las de terror, consistente en un o una protagonista que intenta huir del malo en coche pero que, inesperadamente, no puede arrancar? A lo mejor la primera vez fue novedoso y aterrador; las siguientes diez veces, bueno, estaba bien; pero las siguientes mil... en fin, ya resulta absurdo y predecible, al menos desde mi punto de vista de cinéfila. De todos modos, ese tópico del celuloide me va a servir para hablaros de lo que quiero hablar: de los coches de ocasión.
Porque las cosas como son: si todos los coches de las películas, americanas o no, hubiesen sido de segunda mano... es más, si todos ellos hubieran sido comprados en la página web Coches de ocasión, eso jamás ocurriría. Lo sé, ya lo sé: eso provocaría menos tensión dramática... o no, porque así los directores de cine se verían obligados a inventar nuevos recursos, a innovar, cosa que yo ansío ver en el cine desde hace ya tantos años que me asusta.
En fin, mi coche es un coche de segunda mano y creedme: nunca ha dejado de arrancar cuando debía. Vale, nunca me ha perseguido un asesino psicópata con un hacha, un garfio, una cuchara o insértese-aquí-cualquier-otro-instrumento-asesino, pero estoy segura de que tampoco me fallaría si lo hiciera. Los coches de ocasión tienen la particularidad de que suelen estar en perfecto estado; claro, si no, no se venderían. La cosa es que, pese a no ser íntegramente nuevos, el precio está acorde con esa leve antigüedad, y creo que todos vosotros coincidiréis conmigo en que ahora mismo es el dinero lo que manda... bueno, y siempre.
Desgraciadamente, también el dinero manda en el cine; lo cual no estaría mal si no fuese algo tan exagerado. Vivimos en la era de la decadencia de las artes. |