Vivimos en un tiempo donde imperan los apuros, las corridas y los cambios, pero definitivamente nuestras necesidades no siembre coinciden con las de los bebés. Ellos necesitan paciencia, rutinas, estabilidad, calma y mucho amor. Tiempo para probar, para conocer y reconocer, para saborear, tocar, tirar y volver a empezar.
Pensar a los bebés desde sus necesidades no solo nos va a ayudar a conocerlos sino a aprender juntos.
Los papás son los responsables de organizar las experiencias de sus hijos, creando situaciones comunicativas e interactivas. La organización mental del bebe necesita de la mente de los papas, que le ofrezcan lo que él no puede organizar, ese contacto mental va haciendo crecer la mente del bebé.
Así por ejemplo cuando el niño llora y lo calmamos, porque sabemos que aunque este enojado o asustado no le pasa nada grave, el bebé experimenta el contacto con una mente que tiene otros elementos de juicio distintos a los suyos. Esta mente comprende lo que él no comprende, recuerda lo que él no recuerda.
Diferentes investigaciones señalan la importancia de tener presente las posibilidades que ofrece el cerebro en los primeros años de vida. Los neurobiólogos explican que el número de neuronas que disponemos al nacer oscina entre los 30 y los 100 millones y que las sinapsis (puntos de conexión entre las neuronas) también pueden ser innumerables.
A través de estas conexiones el cerebro va a funciona, pero para que una sinapsis se establezca y se mantenga, es necesario un acontecimiento, para que una neurona desee comunicarse con una neurona vecina.
Dicho de otra manera, cuanto mayor es la cantidad de conexiones, mayores posibilidades de inteligencia y de aprendizaje tiene el bebé. Si ciertas conexiones no se establecen, hay neuronas que desaparecen. Así a los dos años, las tres cuartas partes de las redes neuronales posibles ya están establecidas y el proceso restante se va completando hasta los diez u once años de edad.
He aquí el desafío y la gran responsabilidad de educación. Resulta de gran importancia la variedad de estímulos, auditivos, visuales, táctiles, desde los primeros tiempos, pero es fundamental para el bebé el amor y todas las manifestaciones de afecto que pueda recibir. Se ha comprobado que los niños que no son acariciados o tocados, desarrollan cerebros un 20 o 30% más pequeños que los que sí lo son. La importancia del amor viene acompañada de juego, el bebé que tiene posibilidades de jugar genera más confianza y oportunidades para su desarrollo.
Referencias:
El cerebro y su funcionamiento
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