Siempre me ha sorprendido la extraña fascinación que algunas mujeres tiene por las novelas románticas, a mi me aburren por lo mismo, creo, que a ellas las fascinan: porque es tranquilizador que termine bien. Las novelas no se ven o leen para ver qué pasa, sino cómo pasa.
Con los asesinos seriales pasa algo parecido, uno ya sabe qué va a pasar: alguien va a morir de una manera y si otro va a morir, ya sabemos cómo lo hará.
Y si se encuentran “huellas” de un asesino serial, uno sabe que otro cadáver contendrá las mismas huellas.
En ese sentido, la película sobre los 7 pecados capitales es un imán, porque se sabía cual sería el pecado que la muerte representaría, pero no se sabía cómo.
El asunto de las novelas de suspenso es parecido al de las novelas, es tranquilizador que se sepa cómo va a terminar.
Pero, entonces, por qué hay tanta fascinación con las películas de asesinos seriales.
Desde Giles de Rais, más conocido como Barba Azul, hasta el popular Anibal Lecter, el preferido en el cine, la verdad es que los asesinos seriales gozan de gran preferencia en el público de los cines.
Los asesinos circunstanciales ya resultan un poco aburridos, les falta la imaginación de repetir el hecho volviendo locos a la policía, luego; el hecho de que los seriales son sumamente inteligentes hace inverosímil que los atrapen.
Si mal no recuerdo Anibal Lecter queda suelto en la última película. Espero que siga así, estoy esperando su próxima cena.
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