Hace millones de años, propiciar la relación sexual usando el mínimo de energías de un hombre, dependía de cual astuto fuera su pene para mantenerse en dentro de la vagina y asegurar así la llegada de un espermatozoide hasta el óvulo.
Así de crudo, pero necesarios.
Dichas espinas, aún permanecen en chimpancés, pero se ve que no evolucionaron como nosotros, que nos gusta el acto sexual, le dedicamos odas y pastillas azules, así que perdimos las espinas, adquirimos el amor.
Eso dice los científicos, luego de un estudio de ADN, que los hombres antiguos, tenían espinas en el pene y que le traían diversos beneficios.
Aunque no era un asunto que las mujeres les agradara, de manera que le evolución tuvo que actuar en consecuencia, imagino que a las mujeres debía ser difícil convencerlas de una segunda relación luego del primer encuentro cercano con un pene espinudo.
Mientras, parece que una de las causas, era precisamente esa: desalentar a la consorte de tener relaciones con otro macho, ya que el primero le arrancaba epitelio interno, y la dejaba algo inválida o invalidada para otros encuentros amorosos.
Un modo del macho antiguo de asegurar el ADN de su prole.
Hasta la naturaleza impedía a las mujeres algún confort para buscarse otros machos.
Al igual que otros animales, había luchas feroces para ganarse el derecho a copular, no había concepto de fidelidad, de manera que se mantenía a la hembra algo dolorida para que no buscara cruzarse con otro macho.
Lo irónico: el hombre fue perdiendo las púas del pene en la medida en que le fue creciendo el cerebro. Nos separamos del los neandertales y chau espinas.
Estas son investigaciones de la Univesidad de Stanford en Estados Unidos, publicados en la revista Nature por el científico Investigador David Kingsley.
A mí, personalmente me causa curiosidad saber cómo resolveríamos el tema del autoerotismo si tuviera elementos cortantes en el pene, pero parece que mi curiosidad es fácil de resolver, mirando a los chimpancés, que siendo nuestros parientes más cercanos, más cercanos de algunos hombres que de otros, aún conservan este pintoresco rasgo, y no es el único, gatos, ratones, perros y otros mamíferos presentan la misma cualidad, aunque no se ha podido demostrar para qué sirven en los animales, ni por qué el hombre lo perdió, pero puedo hacer mi aporte diciendo que la mujer moderna no pensaría ni dos veces en huir de una experiencia dolorosa al respecto.
Antes porque habrán estado en manos del instinto, pero desde que tienen el voto, estoy contento de que hayamos perdido las púas, estoy seguro que de otro modo muchos moriríamos virgen.
Los neandertales, parece que tampoco tenían púas, y entonces, ¿cuál es la relación?, chimpancés con púas, neandertales no, hombre no, ¿no será que somos una cruza entre especies y nos fuimos depurando?
Imagino un escenario donde ciertas chimpancés encontraban en los neandertales que no le hacían asco a nada, una solución a la dolorosa penetración de su misma especie, y llegar a la revelación que con el segundo no había problemas de fidelidad.
Qué se yo, a mi me dio escalofríos a ¿usted no?, tener un compañero, para toda la vida, al que no se hubiera podido acariciar de vez en cuando sin pincharme no es una idea grata.
Me alegro por cómo la evolución a veces resuelve algunas cosas.
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