Si una inventa un mito oscuro, pongamos alguien que una presume que está peor que una, le pones nombre al mito, por ejemplo: Julio Montes, y se escribe sobre una vida inventada, que puede ser tan real como la vida propia o los recuerdos inventados, e inventa un relato simbólico que expresa el sentido más íntimo de una, se podría llamar algo así como la biografía inversa.
Otro de los mitos bastante extendidos es que las mujeres siempre hemos tenido envidia del pene, a la primera oportunidad, ya sea en la ciencia ficción, en lo actoral, en lo teatral, hasta en la inversión de una vida, elegiremos ser hombres.
A mi me parece que esa idea cae de Perogrullo, si queremos ser otros, sólo hay dos opciones, o tres, hombre, mujer o mezcla de ambos, no hay mucho más para elegir, eso de que una está castrada de entrada, se parece bastante a la razón por la que existe el oximorón, ganas de ponerle nombre a algo.
Yo quisiera saber cómo se llama a la envidia del hombre por la posibilidad de parir de parte de la mujer, que tiene menos prensa y menos popularidad, pero que sin dudas es el verdadero problema de la humanidad.
Muchas mujeres quieren deshacerse de esa responsabilidad y muchos hombres desean adquirirla.
El mundo está así, el sexo invertido, los deseos de uno puestos en los deseos del opuesto, es como la palabra paciencia, que se la usa cuando no se la tiene.
Cuando ya no puedo resistir los embates de mi yerno, dejo la vida de Julio Montes, esperando, y vuelvo a ser Adelaida que le enseña al niño a pintar algunas cosas, de ese modo el niño y yo, que generalmente estamos de acuerdo en que es mucho mejor estar alienándose en la computadora que pintar, o en todo caso pintar en la computadora, nos miramos entre nosotros y nos decimos: paciencia.
No tengo tanta imaginación como para ganar todos los días el espacio de tranquilidad y soledad al que aspiro, pero se me van ocurriendo y los voy empleando discretamente, para que no se note que hay alguna premeditación.
El otro día estábamos el niño y yo con un montón de pomos de pasteles, témperas, para pasar una de esas tardes en las que los dos fingimos que no estamos esperando ansiosos que los demás se distraigan o decidan salir, así los dos asaltamos la computadora, entonces empezamos a desparramar colores en la paleta, el azul cobalto, el azul Prusia, el azul ultramar, azul cyan, y Adelaida explicándole al niño, el Cobalto es una roca, niño, se extrae de las minas, y así, el Prusia, el ultramar, después están los verdes, el verde esmeralda, verde ftalo.
“Ve niño, pregúntale a tu padre de dónde sale el verde…” y le murmuro al oído.
Allá fue el niño: “papá, el verde flato, qué verde es, de dónde sale”, a los gritos, como suelen hacer los niños cuando se sospechan que se van a enterar de algo importante.
“Cómo flato”, dice mi yerno, enviándome los cascotes de siempre con la mirada, “dónde leíste verde flato”, “lo leyó la Abu, está en los pomos de pintura”; luego mi yerno, acercándose espantado, y leyendo “verde ftalo”, dice, y le muestra al niño la boca para que aprenda la pronunciación, ”ftalo, ftalo”, pero el niño repite: “flato, flato”, porque sus oídos infantiles no advierten la diferencia.
“Adelaida…”, dice mi yerno, “mamá…”, dice mi hija, “Abuela…”, dice mi nieta.
Todos jueces. La acción de la ley se ejercita o se atrofia.
De nada sirven mis argumentos de que ya no leo como antes.
Es la clase de cosas que desemboca en un cambio de acción, hay que guardar todo, las pinturas, los pinceles, todo, cambiar de actividad para que al niño no se le fije la palabra, ni la idea, es hora de volver a la computadora.
El niño sonríe aunque no entiende, Adelaida sonríe aunque entiende, no importa, cuando hay almas consustanciadas, no hace falta demasiada comprensión, es una sonrisa que representa, de algún modo, la misteriosa relación del mundo de un niño y la construcción del de su abuela, un mito que no quiere ser una explicación, sino una implicación.
Adelaida Sharp
|