Cuando los nietos se alienan en la computadora, es un problema social, cuando la abuela Adelaida se aliena en la computadora, es beneficioso.

Me haría bien, incluso, a nadie se le ocurre ni que sea un problema social, ni que este haciendo algo importante o perverso, sino que estoy aburrida.

Es así como a esta edad, no tenes el ánimo que expresas, o el que decís, sino el que te colocan los otros; te interpretan y te convencen.

Así aparecen las sugerencias, ir al cine, ir a visitar a alguien, llevar al nieto a los juegos.

Mi nieto y yo estamos de acuerdo en lo mismo: es mucho mejor alienarse en la computadora que en el cine o actividades que te sugieren los otros cuando imaginan que estas aburrido.

No me extraña que para ese niño la palabra aburrido sea tan complicada de definir.

El día que fui la exposición Body, no pude llevarlo, porque era para niños mayores que él,  tuve que describirle lo que vi.

Aunque él ya había visto algo en Internet, de todos modos no lo dejaron entrar.

No puedo decidir si llamarle cuerpos, cadáveres, esqueletos, lo cierto es que eran seres humanos, pelados como una cebolla algunos, o expuestos en lajas como fetas de fiambre; abiertos, en rodajas, en capas, en órganos, aserrados en forma perpendicular o vertical, o simplemente hicieron desaparecer el cuerpo y le dejaron las venas, una maraña embretada de circuitos rojos, como cableado al aire, y así el hígado, el corazón, nada cristiano, como dijo mi hija: “Mamá, cómo se te ocurre ir a ver eso, es anticristiano, y menos contárselo al niño que ahora no podrá dormir”.

Por ese tipo de pensamiento es que los cuerpos mayormente son de orientales que donaron sus cuerpos para la ciencia, porque la tradición Judeo-Cristiana, tiene algunos problemas con el modo de tratar los muertos, cosa que yo misma introduje en la educación de mi hija, más por herencia que por convencimiento.

En ese momento me puse contenta que hubiera otros que no pensaran así, de qué otro modo podía haber visto mi vesícula diseccionada, o la forma en que el corazón de Sarraceno, mi marido, explotó aquel día.

Pero el niño durmió bien, y yo me atreví a decir que es arte.

Se armó una discusión de esas en las que empieza a cuestionar si tenes años o sentido común, porque el arte, no es arte, y que si lo es, no lo es.

Mi mejor defensa fue decir que si provocaba algo era arte, que si el que los hizo decía que eran arte, es arte.

Luego, apenas pude agregar que ya se había discutido lo mismo cuando a Duchamps se lo criticó por el mingitorio que expuso como obra de arte, y que gente mucho más sesuda que una hasta le había puesto nombre a esa forma del arte, ready-made, que es algo así como reacción contra el arte retiniano, arte que se aprende con lo visual, contrario al arte que se aprende con la mente, el que se ajusta a ideas aprendidas o que se aprecia por conocimiento.

Con aquella exposición ya se había atacado el concepto de qué es arte, hija, le dije.

Pero ella no quiso discutir más el asunto.

En los tiempos en que mi madre era suegra, ella ostentaba el poder, dominaba a Sarraceno, con una mirada de portuario, feroz, inclaudicable,  le daba órdenes y él obedecía, incluso le obedecía más que a mí, entonces; no me gustaba, pero siempre supuse que la vida me daría una revancha y que heredaría ese cetro de suegra cuando me tocara el turno.

Pero a mí las épocas me caen todas con paralaje, o más allá, o más acá, ninguna es medida exacta, así que ahí andaba mi yerno, mirándome como si yo fuera una criminal, "Adelaida, cómo se le ocurre".

Se me ocurre que no entiendo qué es tan grave.

Admito que cuando le dije al niño que si algo me ocurría se encargara de enviarme al artista a que me someta al proceso de Plastinación, que es como se llama a esa especie de momificación a que someten a esos cuerpos, que te convierte de deshecho en una obra de arte, fue algo excesivo, pero el niño no pareció asustarse, ni siquiera conmoverse.

Pero ustedes ya saben cómo son los niños, unos días después, le dijo a mi yerno: “Papá, quiero ahorrar pesos para cuando tenga que ir a visitar a la Abu a la exposición Body”.

 

 

Adelaida Sharp.