Más conocido el dicho: no contar cabritas no paridas, es lo que me parecen los montos que se publican como pérdidas, por el asunto del volcán en Islandia.
Más allá de la sensibilidad que provoca la situación de peligro, me llama la atención las cifras que se declaran en los grandes desastres. En este caso especial, en donde no hubo pérdidas materiales, se circunscribió a medir, lo que no ocurrió, como si la inexistencia de un suceso tendría un valor real.
Se consignó en el monto, los vuelos que no se hicieron, los negocios que no se concretaron, los turistas que no concretaron el viaje.
La cifra se denomina: de los efectos, que quiere decir que se contabilizan las cosas que no ocurrieron debido al efecto de volcán.
A mi siempre me parece descabellado ese tipo de cálculo, sencillamente es algo así como ponerle precio a lo que no ocurrió nunca.
Yo, por ejemplo, he perdido en la vida, declaro, 10 millones de dólares, que es lo que calculo que hubiera ganado si hubiera sido cirujano plástico, buen mozo, con plata, me levanto una vedetonga y la mando a lo de Tinelli a colectar otras como ella, para que me paguen por el metracrilato adulterado, para levantar culos y tetas.
Las pérdidas, fueron de 252 millones de euros, por el asunto del volcán, y eso que esto no incluye muchos gastos, como “gastos”, sólo las ganancias.
Este “gasto”, es lo que hay que invertir en tener parados los aviones, por ejemplo, en tener alojada la gente que no pudo viajar, pagarse comidas y cubrir necesidades mínimas.
Yo, por ejemplo, perdí el lechón que no me comí ayer, porque estaba con una gastritis terrible, y me acuerdo, que hace un mes, me invitaron a una comida, y por discutir, me dejé la cena a la mitad, un pollo de esos que uno lamenta un mes después no hacerse manducado como si fuera el soberano de Bratislava, es decir, debo haber perdido como unos miles, pues ese hecho me ha involucrado en escribir esto, y en quién sabe qué secuelas psicológicas, con lo liviano que andaría yo sin ese pensamiento.
Entiendo que haya sido terrible, en términos psicológicos, pero debido a eso, contar dinero que no existió, ya sea por causas naturales como de cualquier otra, está tan arraigado, que son cifras que damos por hecho, como si fuera que podemos medir todo lo que no existe y está solamente en “estado” de especulación.
Estos cálculos hipotéticos, ¿soy al único que le resultan descabellados?
No sé, pero para mi, lo que se ha dejado de “ganar”, no es una pérdida, es un mero deseo de que se haya cumplido algo, a la misma altura que mi deseo usual de ganarme el Quini, que nunca ocurre. Yo, día a día, vivo una vida de cientos de miles de pesos en pérdidas de todos los números que no compro y podría comprar y que si comprara, sin que saliera el número, podría ganar.
Yo vivo en pérdidas económicas constantes.
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