Una productora audiovisual tiene una organización y funcionamiento similar al que podemos encontrar en una empresa, siempre con sus propias particularidades; entre estas se encuentran el trato humano, el contacto con diferentes sectores y la mezcla entre el medio artístico y la realidad empresarial.
Obviamente, una productora tiene el mismo fin que cualquier otra actividad empresarial: generar dinero para poder prosperar. Y aquí es donde se sitúa en la misma línea que el resto de compañías: hay planes de trabajo, colaboraciones, ajustes de presupuestos, división de departamentos en segmentos de producción… Igualmente, se busca ser competitivo y ofrecer un producto con un plus diferenciador sobre otras compañías audiovisuales.
Pero como apuntábamos antes, existen otros objetivos y características. Por ejemplo, las relaciones humanas. Una productora pasa un porcentaje muy elevado de su tiempo en rodajes, donde el trato personal se convierte en una necesidad para que todo llegue a buen puerto; este trato es vital ya que sin esa conexión entre los diferentes miembros del equipo el resultado en pantalla baja considerablemente.
Esto lleva a otro valor propio de una productora: estar atento al mundo que nos rodea. Intentar que tus obras audiovisuales capturen momentos de la realidad garantiza un producto que cala más en el público al que te diriges. El cliente se ve favorecido por ese acercamiento entre producto y target.
Para terminar, toda productora busca un producto final que destaque por su belleza. Conseguir una estética y una calidad final concreta es un trabajo difícil, pero que recompensa la labor, ya que cliente, público y productora, pueden disfrutar de un producto definitivo cuya factura será recordada |