Hay como una especie de moda con el sushi, lo cual es una pena.
Antes si querías “sacar” a una fémina y pasar por sofisticado la invitabas a un restaurant japonés y le “presentabas” el sushi como si fuera un anuncio con marquesina que decía: mirá qué vida sofisticada te espera conmigo.
Y la nena caía redonda sobre el lecho con espejo en el techo.
Era mi truco preferido, allá hace como 10 años, tal vez más pero prefiero que decir que son menos.
Nunca confesé a mis amigos el secreto de mi éxito en aquella época.
Ahora, todo se devalúa, y el sushi te lo ofrecen en los hoteles alojamientos, no hay previa posible, a ninguna mujer le causa la más mínima impresión que la invites a un restaurant japonés y por el contrario, te arrugan la nariz y te piden que las lleves al Macdonal.
Un amigo, se horroriza cuando comento este asunto con nostalgia, si hasta lo hablo en rima como letra de tango; degenerado, me dice, ahora te levantas pendejas…
No, no, le digo, la misma edad de siempre, le digo, y él que me dice: ¡por eso!, la misma edad pero con vos 20 más.
Bueno, 10, 20, llega un momento en que los años se parecen, pero el gusto por las féminas, queda intacto y no hay caso, a mi me gustan las mismas de siempre.
Entre otras cosas, las mismas de siempre, ahora vienen con opcionales, aros en la nariz, en la vagina; una vez salí con una con un piercing en el pezón; aunque me dio impresión, reconozco que clavarle el diente y estirarlo fue toda una experiencia, para ella, que jadeaba como un búfalo, encantada.
Ahí descubrí algunas “cositas” más, a mi edad, y aún aprendiendo. La niña me enseñaba a mí cómo cascarla un poco, “sacudir”, le decía ella a lo que yo le llamaba maltrato.
Adquirí mis propios opcionales: cascamiento, mordiscos, azotes, qué sé yo, me sale más barato que el sushi, pero no tan fácil de promocionar.
Con esto de la era de la conversación, a algunas minas les gustas que le preguntes qué prefiere a otras no, les da mala prensa que andes preguntando, prefieren “ser descubiertas”, y he notado que es difícil descubrir cual es cual, si te equivocás, quedás como un nabo pagando, sin el premio, a la una no le gusta que la confundan con la otra.
Aunque aún busco la fórmula total que me de algún indicio al respecto, tengo como método tirar algunos anzuelos, mi primera evaluación consiste en saber si lee. Por extraño que parezca las niñas leídas son pocas, pero las hay, y en ese caso, estamos ante una que prefiere ser descubierta, o hay alta probabilidad de que los sea, aunque si no lee, el cuestionario es más amplio, aún puede ser de una y otra categoría.
El problema es que muchas mienten, no sé por qué, no quieren quedar como ignorantes o qué, pero mienten, aunque se las descubre más tarde o más temprano, el caso es que cuando te dicen que leen, tenes que desconfiar y reconfirmarlo de alguna manera.
Tengo algunos trucos más, pero no es cuestión de andar regalando el asunto así como así.
En realidad, añoro esos tiempos del sushi, todo era más fácil, ahora, lo que es más fácil es levantarse niñas, pero la verdad, extraño ese asunto del “cazador”, sentirse el depredador, ahora, las niñas te miran, te calan, y si les cabe te llevan al hotel ellas, a esos que ofrecen sushi y te sale una bola, el triple que en un restaurant japonés.
Ni siquiera tienen edad para votar, pero conocen de hoteles mejor que uno.
Qué tiempos hermano, añoro un poco la época del sushi.
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