En la Universidad de Utha, en Estados Unidos, encontraron un dinosaurio de 15 cuernos. El bicharraco es igual de feo que todos los otros, pero con más cuernos.
La especulación es que tantos cuernos extras le servían para defenderse de otros de la misma especie y para atraer a las hembras.
No es nada extraordinario esa definición, porque desde que se tiene memoria que todo se hace por las mujeres y para cuidarse uno que no se la saqueen.
El que haya llegado a tantos cuernos, será un signo de que no tuvo tanto éxito.
El caso me sacó a colación algo que siempre me pregunto, un asunto que no sé si definir de existencialista o antropológico o psicológico: en el momento de qué parte de la evolución, se da que hay animales “feos” o animales “lindos”, siempre estoy tentado de pensar que aunque la humanidad fue necesaria para poder decir la palabra feo o la palabra lindo, no deja de sorprenderme la diferencia aterradora de animales y paisajes prehistóricos y de la belleza del mundo actual.
Dije antropológico, porque es obvio que estamos condicionados como especies de este planeta a “encontrar” lo lindo y diferenciar lo feo.
Pero no me vayan a decir que no es curioso que cuando nadie podía ver los animales, eran feos, y ahora que podemos verlos y nombrarlos, son lindos.
No me van a decir que un tierno cachorro de ratón, animalejo horrible para las mujeres, en su estado de “bebé”, no le produce ternura hasta la más reacia.
En cambio, el cachorro de dinosaurio es tan espantoso como el adulto.
El asunto da para pensar, ¿no?
s posible, claro, que yo en realidad lo que tengo es demasiado tiempo para pensar.
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