Si sos un sufrido concursante en la carrera del éxito, habrás tenido que tragarte los sapos que vende Google, bien al estilo de Dale Carnegie. G te vende que en tus manos está el éxito, siempre y cuando, lo que tengas en tus manos signifique trabajar para que G te venda que lo tenés en tus manos.
Te equivocas, lo tiene G, aunque vos creas que sos vos.
Veamos, G muestra entre sus productos, sin importa cual, porque con todos se llega a la misma conclusión, esta información: Pruebe en forma automática diversos contenidos de sitio para poder maximizar el porcentaje de conversiones de los visitantes.
Vos, como un tarado, te crees que te está ayudando. No, no es así, vos sos el tarado que tiene que ingeniarse mil versiones de cómo hacer lo mismo hasta que tu diseño, intenciones, contenido del sitio encaje en la supuesta solución optimizadora que G permite como fórmula de éxito.
Es así nomás, los programadores, ya no trabajan para el cliente, trabajan para G.
Por ejemplo, a G se le ocurre que vos, en vez de usar plantillas que te ahorrarían mucho trabajo y programación, no te permiten usarlas, con la excusa que se les dificulta clasificarla si vos estás usando un “molde”.
En vez de ellos ponerse a laburar para clasificar de otro modo los sitios, te obligan a mantener cientos de páginas a un costo que los clientes nunca quieren pagar y que vos tenés que soportar por un mínimo costo, que no te devuelve, las millones de horas que tardaste en descubrir ese pequeño detalle, entre todas las cosas que probaste, y que generosamente G te instigó, sólo para concluir que de cualquier manera el trabajo lo tendrás vos, porque sólo descubriste uno, entre los cientos que te quedan aún, que te impiden alcanzar la tan mítica optimización.
G. impone las reglas, que no son otras que los algoritmos. Esos desconocidos, míticos y a esta altura ya sospecho impostores, cuyo funcionamiento da sólo para especular teorías incomprobables, para estar a la altura.
Yo apuesto al Bing, ya no tengo como buscador al Google.
Mi problema no se terminó con eso, claro, ahora, cada vez que enfrento un cliente, le hablo de todo esto. Me harté del negocio sangriento de G y de las normas ridículas, me harté del Sandbox, si le faltaba algo siniestro G, era el Sandbox, para quien quiera enterarse de esa “novedad”, lean este artículo: Sandbox, caja de arena.
Cada vez que los de G se convencen entre ellos que son muy justos, sacan una novedad de ese estilo en el que los que pierden son los de siempre: nosotros. Usted, yo, las personas comunes que no tenemos detrás grandes capitales para andar prestando atención a las variaciones mercuriales de G, ni a todo lo que idea para beneficiar a los que están dispuestos a pagarle su tributo.
Supongo que en cuanto el Bing esté a la altura de hacer lo mismo, estaremos entre la espada y la pared, pero hasta entonces, mi buscador será el Bing.
A ver cuándo se ponen de acuerdo los gobiernos para destinar proyectos de ciencia y técnica para crear un producto igual, que no esté contaminado de voracidad comercial como Igooh, y sirva a todos por igual y no sólo a los que tienen plata. |