Google suele disfrazar su codicia bajo palabras muy astutas, por ejemplo, a su intento de acopiar los textos del planeta, digitalizándolos, le llama “misión”, sin importar que para la justicia y para muchos, es simplemente un despojo y un intento peligroso de hacerse de propiedad intelectual, mano de obra barata para cautivar a más y más usuarios a los cuales someterá a todo tipo de condiciones, bajo otra palabra que administra con igual soltura “justicia”.

“Estamos aquí para digitalizar el mundo”, dice Mesiánicamente Google, la auto denominación, que aparece siempre con su disfraz de dádiva, no es otra cosa que un alarde de poder y de independencia.

Pueden y lo hacen, sin importar si a los autores los beneficia, Google utiliza palabras para convencer al público de lo conveniente que es que ellos tengan el  privilegio de administrar la que ellos llaman la biblioteca Universal.

Los jueces rechazan el acuerdo que Google había intentado en octubre del 2008 con autores,   sus gremios y la intervención de la Asociación de Editores, por ahora, de Estados Unidos, ni siquiera el monto de 152 millones de dólares que hubo en el acuerdo le movió un pelo a la justicia, que ve lo obvio que parece que los millones tapan: el monopolio de la información que pretende administrar Google mantiene cautivos de sus servicios a los usuario.

Y ya se sabe lo que pasa cuando una empresa con objetivos comerciales detenta semejante poder: se abusa. Sobre todo cuando hay sobradas pruebas de que Google lo viene haciendo ya con sus servicios de referidos, y su fórmula secreta para posicionar, que está ampliamente sospechada de ser amañada, cosa que ellos mismos aceptaron en casos puntuales como en China, con aquel asunto de los disidentes.

Google nos tiene por tan ingenuos que asume que los usuarios supondremos que se circunscribe a los chinos, allá lejos, tanto que parece que ocurriera en la tv. en vez de ser un hecho global.

Como un gusano en el anzuelo, la compensación que prometía a la asociación de editores y autores era del 63 % de los beneficios, lo cual sería una cifra si es que se pudiera saber el 63 % de qué, si la comercialización de textos en Internet es un número que tanto puede ser inventado como irreal.

Para empezar, si Google se ocupara de la “venta”, por qué hay que incluir a la ¿Asociación de editores en el reparto?

Además del rol de Google, creo que hay que reveer el rol de esa Asociación, por qué está obligado el autor a compartir su ganancia con una entidad que no se ocupará de vender su libro, que era lo que justifica su rol.

Si un autor va a tener de socio a Google, le conviene pagarse la impresión, y hacer el trato con Google, ¿por qué está una Asociación de por medio?

Luego, las razones de la Justicia para rechazar el acuerdo es sensata: Google contaría con una ventaja competitiva que es directamente una práctica de monopolio, no tendría competidores.

También está el hecho de que hay objeciones de países, de particulares, de escritores, hay tratados internacionales anteriores a este intento de Google, que nadie está dispuesto a ignorar.

Debido a que es un asunto de índole internacional, lo que va a pasar es que el asunto estará en manos del Congreso de Estados Unidos, como yo soy muy realista asumo que Google debe tener algún acuerdo millonario por ahí, que le permitirá sortear las quejas y oposiciones, porque no me cierra que hayan emprendido semejante proyecto sin tener las garantías de poder concretarlos.

Voy a realizar un vaticinio: Autores y usuarios pierden, Google gana.