Vuelan las manos palomas, y
tus dedos titiriteros cuentan
la historia de dos mundos.
Y yo te leo.
Frías las caracolas de tu
boca, susurran los mares
que no has de pronunciar.
Y yo te leo.
Tus ojos, como en ballet,
brindan los tonos sentidos
de tu monologo.
Y yo te leo.
Mi cuerpo, inerte ante tus
cabriolas, sigue atentamente
tu parlamento.
Y te leo, más no puedo,
con mil diccionarios llorando
la imposibilidad de sus letras,
retratarte en esta nota, incapacitado
en tu ¿discapacidad?
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